
21-04-2024. Domingo 4º de PASCUA – Ciclo B (Juan10, 11-18)
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre»
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
Cuatro notas previas que nos pueden ayudar a entender y vivir este evangelio.
1. La imagen del buen pastor vale para todos los padres, profesores, políticos, jefes de personal, directores de empresas, personas que tenemos responsabilidad sobre otros; en definitiva, para todos los que tenemos y ejercemos algún tipo de autoridad.
2. Todos, a la vez que somos pastores y tenemos alguna autoridad sobre otros, somos ovejas, súbditos; al depender de otros en algún campo de nuestra vida.
3. La Palabra de este domingo es una buena ayuda para hacer un examen de conciencia de nuestra vida cristiana en relación con los más cercanos, los prójimos, con los que estamos en continua relación.
4. Esto solo se puede hacer partiendo de estas dos experiencias básicas, fundamentales y profundas, que todo cristiano debe tener en su vida si quiere considerarse tal. La primera es sentir a Cristo vivo, resucitado de entre los muertos. La segunda es sentirse hijo de Dios y, como tal, llamado a compartir con Cristo, nuestro hermano, esa nueva vida. Esto se puede explicar, se puede enseñar en catequesis, se puede repetir una y mil veces en las homilías, se puede saber de memoria y repetir cada mañana al levantarnos y cada noche al acostarnos. Pero lo importante, lo vital, lo decisivo es que se experimente, que se sienta, que se viva.
Quizás hemos insistido demasiado en la justicia de Dios, o en su grandeza, o en su poder; y lo que hemos conseguido es transmitir un Dios lejano, distante, inaccesible… Así, ¿quién puede sentirlo como Padre? Lo propio de un padre es la cercanía, la disponibilidad, el tenerlo a nuestro lado, el sentir la seguridad y la confianza que nos transmite…¿Sentimos así a Dios?
Ese fue el afán de Jesús; o al menos podemos estar seguros de no equivocarnos si lo formulamos en estos términos: Jesús se desvivió por acercarnos a Dios, por facilitarnos el reconocerlo a nuestro lado, por hacernos comprender que es nuestro Padre y que este no es un título más en la larga lista de atributos que podemos aplicarle a Dios.
Jesús no quiere que sintamos temor ante el poder de Dios, sino paz ante su amor, consuelo ante su cercanía, confianza ante su paternidad. Pero lo cierto es que nuestras prácticas religiosas no siempre han estado acertadas a la hora de transmitir a los hombres esta buena noticia. No estaría de más esforzarnos por hacer coincidir nuestros «afanes» con el afán de Jesús.
- El buen Pastor da la vida por sus ovejas.
El pastor da vida, dando su propia vida. Dar vida significa curar, perdonar, amar. Jesús no ha hecho otra cosa sino entregarse, desvivirse, terminar crucificado, dando la vida por las ovejas. El que no es verdadero pastor piensa en sí mismo, abandona las ovejas, evita los problemas, huye.
Tenemos que distinguir entre pastor de las ovejas y asalariado; amigo y conocido; padre/madre y progenitor.
El buen pastor cuida, mima, busca, cura a las ovejas. Esto implica esfuerzo, trabajo y sacrificio, pero para el que lo hace por amor lo vive con naturalidad como una madre prepara el biberón a su niño, aunque sean las 4 de la madrugada.
- El pastor conoce a sus ovejas.
Conocer en el sentido bíblico es algo más que saber cosas de una persona, significa tener un conocimiento existencial, práctico, afectivo, es decir, a través de la vida, de la comunión y la relación afectiva con el otro. El conocimiento que une a Jesús con las ovejas es un conocimiento recíproco, que se basa en el conocimiento de amor, reciproco y eterno, entre el Padre y el Hijo.
Cuando nos preguntan por alguien que conocemos sabemos contar mil anécdotas sobre esa persona. Y, si es nuestro amigo, sabemos y podemos contar mil cosas sobre él que le definen: sus aficiones, sus manías, sus virtudes, sus gustos, sus defectos, sus puntos débiles; por eso hablamos de otra manera sobre él, con cariño, afecto, incluso le disculpamos sus fallos.
Cuando no conocemos a la persona de la que hablamos (compañero, alumno, vecino, padres de alumnos, políticos, feligreses) decimos generalidades, cosas vacías, frías, que no nos dicen ni nos tocan el corazón, ni la cabeza. Los curas no decimos lo mismo cuando celebramos la eucaristía o los sacramentos, cuando conocemos a las personas, que cuando hablamos sin conocer el público que nos escucha.
Decía San Francisco Javier a sus compañeros Jesuitas cuando eran enviados a evangelizar: “querer mucho a la gente” porque así aceptarán más y mejor la buena noticia del evangelio que les vais a predicar. Cuando se quiere a la gente, se la conoce de otra manera y, viceversa, cuando se la conoce, se la quiere.
- El pastor tiene otras ovejas que no son de este redil.
El buen pastor no se conforma con cuidar solo a las buenas ovejas, sino que se preocupa de las enfermas, descarriadas, díscolas… Se preocupa de los que no son de los suyos.
El buen padre, profesor, político, responsable de otras personas, superior (Hermana sirviente la llaman las “Hijas de la caridad”) se preocupan de unir, curar, suavizar, hacer más llevadero el trabajo, las relaciones entre compañeros, familia, alumnos.
El buen sacerdote busca a las ovejas descarriadas, enfermas, ateas, que están pasando momentos de crisis. Marginadas por la sociedad, enfermos de sida, alcohólicos, prostitutas…
¡Son tantas las ovejas que se encuentran solas, que no tienen pastor, que están a merced de los lobos!
Hago una lista de las ovejas más necesitadas:
– Los niños: son tantos los niños sin familia ni protección, a lo mejor vendidos, niños esclavos, niños soldados, niños prostituidos, explotados sexualmente, niños hambrientos de pan y de cariño.
– Los ancianos: cada vez más numerosos en el mundo rico, pero menos valorados, quizá abandonados, solos con sus recuerdos, entristecidos, considerados como una carga.
– Los enfermos: entramos en el mundo del dolor, en el cuerpo o en el alma; no tiene medida. ¡Cuántos miedos, cuánta agonía, cuánta cruz! Y las personas limitadas, deficientes, imposibilitadas… sienten el menosprecio.
– Los jóvenes: desorientados, descarriados, desatendidos. Se alimentan muchas veces de pastos envenenados, noticias falsas, redes sociales incontroladas.
– Los inmigrantes: es un éxodo dramático. Se les cierran las puertas y se les alzan las vallas. No encuentran la acogida o el bienestar que esperan.
Hoy me pregunto:
- ¿Me siento hijo de Dios querido, amado y mimado por Él? ¿Dónde y cómo experimento su presencia, que está vivo y resucitado en nuestro mundo?
- ¿Me preocupo por conocer a mis hermanos de comunidad, sus circunstancias, situaciones personales y familiares? En definitiva: ¿quiero a las personas concretas con las que me relaciono?
- ¿Qué hago por llegar a los que están más lejos, a los que me caen peor, a los que pasan de la religión o están marginados por la sociedad?
Para terminar, pidamos, por medio de María, que Jesús envíe muchos obreros para el ministerio sacerdotal y la vida consagrada, porque la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos, hoy día de oración por las vocaciones nativas. Amén.
- Una idea: Jesús es el buen pastor que da su vida por mí.
- Una imagen: Jesús buen pastor.
- Un afecto: Alegría de sentirme salvado por Jesús.