14-04-2024. Domingo 3º de PASCUA – Ciclo B (Lucas 24, 35-48)

Comentario:

Queridos hermanos y amigos en el Señor:

  1. En la primera lectura San Pedro dice a la gente: “Al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo, rechazasteis al justo, y pedisteis el indulto de un asesino. Lo hicisteis por ignorancia. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados”.
  2. En La segunda lectura San Juan, en la carta del amor, nos invita a ser coherentes entre lo que creemos y nuestro obrar. A guardar sus mandamientos no porque está mandado, sino por AMOR.

LA HUMANIDAD DE CRISTO RESUCITADO.

Humanidad significa humildad, amistad, cercanía, responsabilidad. Jesús resucitado aparece en gloria, pero humanizada. Aparece como más humano, más amigo. No se venga o ríe de los enemigos que le condenaron. No reúne a la gente para decirles que se equivocaron; se manifiesta solo a los que realmente le aman y desean.

Jesús se hizo presente en medio de sus discípulos. Y en adelante se hará presente en medio de sus discípulos cuando se reúnen para orar y reflexionar, para compartir y servir. Él está en medio de ellos.

Los discípulos no acaban de reconocer a Jesús. En el fondo es que no acaban de creer que Jesús está vivo en medio de ellos.

3.  Pedagogía de Cristo en el evangelio

3.1. Los discípulos que cuentan lo que les ha pasado son los de Emaús.

Jesús se presenta en medio de ellos saludando con la paz, pero su presencia inesperada produce en ellos MIEDO, pensando que era un fantasma, en vez de paz y alegría, como nos contaba el evangelista San Juan el domingo pasado.

Los discípulos vivían en el miedo y la duda, estaban agitados y nerviosos. ¡Qué falta les hacía, y nos hace, el saludo de la paz! Nosotros estamos marcados por las prisas y la superficialidad. Todos necesitamos la paz de Jesús. Es una paz que se ha fraguado en la lucha que ha pasado por el sufrimiento y la angustia, que ha vencido al miedo y a la muerte. Es fruto de la Pascua. Si vivimos la Pascua, recibiremos la paz, y con la paz, la alegría y la confianza.

3.2. Después les enseña las manos y los pies. MIRAMOS

 Muestra sus señas de identidad, las manos y los pies, para verificar que es Él mismo en persona. Que el crucificado ha resucitado.

Conserva las heridas de los clavos, pero se habían convertido en memorial de su amor. Manos benditas y pies gastados. Las cicatrices son heridas curadas. Estas nos han de dar confianza y esperanza, de que después del dolor, de los golpes y los sufrimientos de la vida, viene la calma, la salud y la paz.

            Cuando veamos manos y pies gastados, cansados, heridos o encallecidos, no dejemos de ver en ellos las manos y los pies de Jesús.   

3.3. ¿Tenéis algo que comer? COMEMOS

Los banquetes, como los milagros en el evangelio, son signos de la llegada del reino de Dios.

Les pide algo para comer. Los fantasmas no comen. Él es como nosotros y se adapta a nuestros usos y costumbres. Casi todas las apariciones de Jesús van acompañadas de comida. Es una prueba de amistad y humanidad, pero también una referencia eucarística. Jesús sirve de alimento de salvación.

La eucaristía es el sacramento por excelencia para encontrarnos con Jesús, que sigue vivo y presente entre nosotros.

3.4. La lectura de la Palabra.

En esta escena sigue el mismo esquema de revelación que con los discípulos de Emaús: las sagradas escrituras y la Eucaristía, pero con orden inverso. Aquí comienza por la Eucaristía, comiendo un trozo de pez que ellos mismos le ofrecen, y termina explicándoles y recordándoles cómo todo lo que dicen las escrituras acerca de Jesús -en la ley de Moisés, los profetas y en los salmos- tenía que cumplirse. “Entonces les abrió el entendimiento para comprender las escrituras”.

            La lectura de la Palabra de Dios debe ser algo insustituible para un cristiano, es el alimento necesario para caminar por la vida, para iluminar nuestro camino en medio de la oscuridad de las tinieblas. “Lámpara es tu palabra para mis pasos”, dice el salmista.

            El encuentro de Jesús con los discípulos termina con una meditación de los hechos vividos a la luz de la Escritura. Jesús se emplea a fondo utilizando el mejor argumento para un judío, las sagradas escrituras. Y fue repasando con ellos “lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas acerca de mí”. Aquellas mentes se iluminaban y aquellos corazones ardían. Empezaron a entender que la fuerza de Dios no está reñida con la debilidad, que la gloria de Dios no consistía en triunfos militares y políticos, sino en victorias del amor.

3.5. Los que se encuentran con Jesús resucitado no pueden callárselo, por eso comienzan a predicar en su nombre “la conversión y el perdón de los pecados”. Este es el mensaje central de la salvación.

Jesús los envía a proclamar la victoria sobre la muerte y a predicar la conversión y el perdón de los pecados. Es el triunfo de la vida y la misericordia de Dios. Ya no valen ni se necesitan los sacrificios antiguos, ahora lo único importante es CREER EN JESÚS.

            Los hombres y mujeres que nos hemos encontrado con el resucitado anunciamos la gracia y el perdón, la misericordia y el amor de Dios. Esto debemos anunciarlo, no solo con palabras, sino con signos y con la propia vida. Seamos pues hombres y mujeres entrañables y misericordiosos, capaces de perdonar y de servir.

            No somos los salvadores del mundo, sino testigos del único salvador. ¡Solo hay un nombre que puede salvar a los hombres, el de Jesús! Así se expresaba Pedro después de la curación del paralítico.

Hoy me pregunto:

  1. ¿Voy corriendo, como los discípulos de Emaús, a contar mi experiencia de encuentro con el Resucitado?
  2. ¿Qué saludo, testimonio o estado de ánimo llevo allí donde voy: paz, alegría, ilusión, esperanza, o tristeza, pesimismo, angustia?
  3. ¿Sé reconocer en tantos crucificados, y en mis propias cicatrices, al resucitado?
  4. ¿Cómo lo reconozco en la eucaristía? ¿Qué significa para mí participar en la eucaristía diaria o dominical?
  5. ¿Qué significan para mí las sagradas escrituras? ¿Desde dónde ilumino mi vida: sociología, economía, psicología o teología?
  6. ¿Qué predico: el amor y la misericordia, la conversión y el arrepentimiento o me predico a mí mismo? ¿Cómo lo hago, solo con palabras o con el testimonio de mi vida? Amén.
  • Una idea: Jesús ha resucitado.
  • Una imagen: Jesús celebrando la Eucaristía con los discípulos.
  • Un afecto: gozo al entender las escrituras.
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