
05-05-2024. Domingo 6º de PASCUA – Ciclo B (Juan 15, 9-17)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros».
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
1. Artículo primero: el amor
Las lecturas de hoy nos han centrado claramente en la consigna del amor como el programa prioritario de los cristianos. Como si la Pascua que estamos celebrando tuviera aquí su clave principal: ¿amamos o no amamos? Este es el mandamiento por excelencia, aunque nunca lo acabamos de aprender y cumplir. No está mal que nos miremos a este espejo, y nos examinemos para saber si estamos siguiendo bien los caminos del Resucitado.
2. Un amor en tres tiempos.
La carta de san Juan, y el evangelio de san Juan, nos proponen el tema del amor con una lógica que nos podría parecer un poco extraña.
2.1. Dios es amor. No somos nosotros los que amamos primero. Es Él el que nos ha amado, anticipándose a nosotros. Y lo ha demostrado en la creación, en los dones particulares, en la historia de salvación y, sobre todo, en su momento central, cuando nos envió a Cristo su Hijo.
La mejor prueba del amor de Dios la tenemos precisamente en la Pascua que estamos celebrando desde hace seis semanas. El Padre ha resucitado a Jesús y, en Él, a todos nosotros, comunicándonos su vida. De Dios podemos resaltar su inmenso poder, su sabiduría, su santidad. Pero hoy hemos escuchado una definición sorprendente: Dios es amor. Y ahí está el punto de partida de todo.
2.2. Cristo Jesús es la personificación perfecta de ese amor: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo«. En Cristo vemos el amor de Dios en acción. Cristo nos muestra su amor: «Ya no os llamo siervos, os llamo amigos». Y lo puede decir con pleno derecho, porque es el que mejor ha hecho realidad esa palabra: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos«.
El Cristo de la Pascua, el entregado a la muerte y resucitado a la vida, es el que puede hablar de amor. En la misma escena en que dice estas palabras -su cena de despedida- hará con sus discípulos un adelanto simbólico de su entrega en la cruz: se ciñe la toalla y les lava los pies. El amor del que sirve, del que se entrega hasta el final, del que no se busca a sí mismo.
5 Notas, de este amor de Jesús:
Universal: a todos. No hace distinciones de personas, como hemos visto en la primera lectura con Cornelio. No hace diferencias entre buenos y malos, blancos y negros, listos y menos listos, generosos y egoístas… Como el aroma de una flor o la lluvia que cae sobre buenos y malos.
Siempre: mañana, tarde, noche. Hoy, mañana y siempre. En Jesús no existe me apetece o no me apetece.
Gratuito: no pide recompensa, ni agradecimiento. Nos pide que nos amemos los unos a los otros. Como los padres que son felices solamente con que los hijos se lleven bien y se quieran.
Libre: el amor se da por esencia, como el aroma de una flor se da para el que quiera y respeta a aquel que no quiere beneficiarse de él. Dios ha enviado a su Hijo Jesucristo para salvarnos, pero el que no quiere salvarse y rechaza su amor, Dios no le obliga, él se lo pierde.
Alegre: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”. La mayor fuente de alegría que podemos tener es sentirnos amados por Dios y por las personas que nos rodean. No es síntoma de buena salud cristiana vivir tristes, angustiados, con miedo. Una característica cristiana es recibir el don de la consolación en medio de las dificultades, de los problemas, de los éxitos y de los fracasos de cada día.
2.3. Conclusión. Amaos unos a otros:
Una conclusión que parece que rompe la lógica, porque se podría suponer que acabara de otro modo: si Dios os ama, si yo os he demostrado mi amor, responded vosotros con vuestro amor a Dios y a mí. Y, sin embargo, la conclusión de Jesús es otra: «Amaos unos a otros«. Es una lógica sorprendente, pero que Juan subraya una y otra vez. Solo el que ama a los demás «ha nacido de Dios«, solo el que ama «conoce a Dios«.
3. Amor de hijos y de hermanos.
«Amor» es una palabra que usamos mucho y que puede llegar a vaciarse de contenido. Pero aquí se nos presenta cargada de contenido. El que se siente amado por Dios, el que tiene conciencia de «hijo» de Dios y «hermano» de Cristo, tiene un programa de vida clarísimo: tiene que amar a su hermano. Tiene que cumplir su testamento: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Si yo soy hijo de Dios, y los demás también lo son, todos nos debemos sentir hermanos y amarnos. Es un programa que nos ofrece los mejores ideales y, a la vez, la más auténtica alegría: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud«. La alegría de Cristo es profunda y seria. Es la alegría del que se ha sacrificado por los demás hasta las últimas consecuencias. En nuestra vida familiar y social, tenemos muchas ocasiones para ejercitar este primer mandamiento, hecho cercanía, comprensión, perdón, ayuda generosa…
4. Un amor universal: el caso de Cornelio.
Hemos escuchado en la primera lectura un caso muy hermoso de esta caridad fraterna, concretada en la actitud de tolerancia y universalismo. La primera comunidad, por medio de Pedro primero, y luego de todos, aceptan en la fe a una familia pagana, romana por más señas (o sea, de la nación ocupante), la familia del centurión Cornelio. Iluminados por el Espíritu, se dan cuenta de que Dios no hace acepción de personas, que no distingue entre naciones, lenguas y procedencias. La comunidad cristiana aprendió así una lección de apertura.
Esto sigue costándonos a nosotros; es difícil aceptar a personas de distinta formación, carácter, cultura, ideología y edades diferentes. Y, sin embargo, la lógica es clara: Dios quiere a todos, Cristo se entregó por todos, por tanto, nosotros debemos amar también con corazón universal.
Hoy me pregunto:
- ¿Cómo experimento el amor de Dios en mi vida?
- ¿Siento que Jesucristo es la expresión de ese amor para el mundo?
- ¿Reconozco los dones de creación, redención y dones particulares en mi vida?
- ¿Cómo vivo las 5 notas del amor: universal (sin acepción de personas), siempre, libre, gratuito y alegre?
- Una idea: Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
- Una imagen: Jesús despidiéndose de sus amigos.
- Un afecto: la alegría de sentirme querido por Dios.


