12-02-2023. Domingo 6º del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 5, 17 – 37)

Comentario:

Queridos hermanos y amigos en el Señor:

La primera lectura, del libro de Sirácida, desarrolla el tema de la libertad que posee el ser humano para escoger qué es bueno o malo, la vida o la muerte. Somos libres, y «condenados a ser libres» de algún modo, como bien apuntó Sartre.

En el fragmento de la Carta a los Corintios que leemos hoy, Pablo habla, por encima, de «una sabiduría que no es de este mundo», que procede de otro mundo y que ha resultado ser una imagen genial, que será acogida por casi todas las culturas subsiguientes (hasta la época moderna).

En el evangelio que hoy se proclama, Jesús nos recuerda que no ha venido a abolir la ley de Moisés (Mt 5, 17-35), sino a darle pleno cumplimiento. Muchos piden a la Iglesia que se decida a suprimir los mandamientos. Pero la Iglesia no puede hacer lo que ni Jesús mismo podía. Porque los mandamientos responden a los valores que nos hacen humanos.

1. Jesús viene a dar plenitud a la Ley.

Fijémonos en la antítesis o contraste que se produce en las siguientes palabras de Mateo: Habéis oído que se dijo a los antiguos […], pues yo os digo […] (5,21). Jesús viene a dar sentido a la Ley. Cada antítesis presenta, por un lado, la cumbre de superación deseada por la Ley nueva en contraste con la interpretación que los grupos fariseos daban a la Ley antigua; por otro lado, lejos de estereotipos legales, los casos tratados corresponden a situaciones perfectamente prácticas y concretas que ayudan a trazar el espíritu del discípulo verdadero, como son el homicidio (vv. 21-26), el adulterio (vv. 27-30), el divorcio (vv. 31-32), y los juramentos (vv33-37). Son aspectos esenciales y significativos de toda vida humana, y que se resumen en tres puntos: violencia, sexualidad y verdad.

La Ley antigua se perfecciona ahora en Jesús, que es su intérprete definitivo. Él busca las motivaciones originales de la Ley, y realiza su verdadera dimensión. El cristiano es llamado a convertirse en el hombre en plenitud. Por eso, la ley adquiere desde ahora un tono de radicalidad, y abandona el mero formalismo. Es totalmente necesario e indispensable vivir con total coherencia y fidelidad a la voluntad de Dios tal como Cristo lo propone a través de estos ejemplos, prácticos y comprensibles.

  • No basta con no matar, nos dice Jesús. Es preciso acoger a los hermanos, sin excluirlos de nuestras relaciones de fraternidad.
  • No basta con no cometer adulterio. Es necesario aprender a establecer unas relaciones de amor limpias y transparentes, basadas en el compromiso y la fidelidad.
  • No es preciso jurar. Estamos llamados a vivir en la verdad, a decir la verdad, a dar testimonio de la verdad, siempre y en todo lugar.

En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos advierte del peligro del relativismo con que tomamos nuestras opciones más profundas (n. 80).

2. La violencia, la sexualidad, la verdad.

La violencia. «Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo […]» (vv. 21 -22). Nos encontramos ante la primera situación a la que el ser humano ha de hacer frente y superar: los conflictos en las relaciones humanas, a menudo llenas de agresividad y violencia a nivel físico, pero también moral y psicológico. Jesús conoce bien el corazón del hombre y de la mujer. La violencia, que nos provoca horror, no pertenece solo y de manera exclusiva al terrorista o al asesino; puede estar también en uno mismo (en ti, en mí), cuando interiormente voy dejando que mi irritación y cólera vayan creciendo contra aquellos que no piensan como yo. Jesús, buen conocedor de todo el corazón humano, garantiza la calidad de nuestras rela­ciones con la reconciliación y el perdón: si un hermano tuyo te ha ofendido, antes de rezar «vete primero a reconciliarte con tu hermano» (v. 24), y «procura arreglarte enseguida» (v. 25). No sea que no haya otra oportunidad para la reconciliación.  Estas son la radicalidad y novedad del Evangelio, que van mucho más allá del antiguo «no matarás».

La sexualidad. «Habéis oído el mandamiento: «No cometerás adulterio«. Pues yo os digo […]» (vv. 27-28). Las relaciones hombre-mujer son la segunda situa­ción a través de la cual Jesús nos invita a superar la Ley. En la actualidad, está claro que hay que leer las palabras de Jesús en clave de reciprocidad total, de modo que podríamos decir también: «Toda mujer que mira a un hombre casado deseán­dolo […]. Todo hombre que mira a una mujer casada deseándola […]. Son palabras que tocan tantas heridas abiertas, tantos ideales frustrados, tantos sueños no realizados, que quizás no haría falta añadir más comentarios. En un mundo tan deshumanizado y hedonista como el que nos ha tocado vivir, estas declaraciones de Jesús pueden ciertamente incomodar, ya que, de hecho, parecen ir en sentido contrario a la realización personal, y a la libertad del hombre y de la mujer, tal como hoy se interpretan. De hecho, en el «interior«, adivinamos que Jesús exige aquello que es bueno en las relaciones hombre-mujer, a fin de que sean vividas de manera auténticamente libre y plenamente realizadas. Mal iríamos si nos quedásemos en el aspecto puramente jurídico y canónico. La superación de esta Ley, tal como Jesús propone, supone contar con Él, con su gracia y su amor.

La verdad. «Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor«. Pues yo os digo […]» (vv. 33-34). La tercera situación en la que nos movemos corresponde al ámbito de la comunicación y el diálogo de los unos con los otros. Las relaciones humanas, a menudo, se encuentran infectadas desde la base por las ganas de aparentar: la ambigüe­dad de las palabras, el doble sentido, la falsedad, la mentira…. Jesús nos hace entrar de nuevo en la dinámica de unas conversaciones fundamentadas en la verdad y la sinceridad de la mente y del corazón. Es del todo ineficaz buscar garantías externas en un juramento («¡te juro que digo la verdad!»). Nuestra palabra debe tener peso por sí misma: «Os basta decir «sí» o «no»» (v. 37).

3. Orientar la vida en la dirección del Reino.

De las antítesis expuestas en este fragmento evangélico, “deducimos” el buen magisterio de Jesús, que ha de orientar el camino de la vida del cristiano. En la primera lectura se nos decía que el hombre, desde su libertad, está enfrentado a las dos vías posibles, la del bien o la del mal: «fuego o agua», «vida o muerte«. En cambio, Jesús, como siempre, va mucho más allá. Él ha venido a proponer una decisión totalmente libre y responsable para que nosotros, los hombres, orientemos nuestra vida en la dirección del Reino, respetada nuestra conciencia y libertad, y podamos elegir siempre el camino del bien. Que Él continúe enseñándonos «a cumplir su voluntad y a guardarla de todo corazón» (Salmo 118,34).

La voluntad de Dios no es ni más ni menos que el sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros. Como nuestros padres, profesores, desean lo mejor para cada uno de sus hijos, alumnos, así Dios desea lo mejor para cada uno de nosotros. Y esa es su voluntad.

Hoy me pregunto:

  1. ¿Cómo vivo mi vida cristiana? ¿Desde “el cumplimiento de los mandamientos” o desde el amor y la relación personal con Jesús?
  2. ¿Cómo vivo la dimensión de la violencia en mi vida? ¿Física, psicológica, verbal, crítica? O, por el contrario, ¿soy pacífico, cariñoso, dulce con mis palabras o comentarios?
  3. ¿Cómo vivo la dimensión de la sexualidad en mi vida? ¿Mis relaciones con otras personas son limpias, generosas, auténticas, libres, egoístas, esclavizantes?
  4. ¿Cómo es mi comunicación y diálogo con los demás? ¿Verdadero, auténtico, sincero, generoso, desde los sentimientos? O ¿mi comunicación es falsa, hipócrita, engreída, desde la apariencia, la imagen, el quedar bien?

Carta de nuestro Obispo D. José Luis Retana.

Queridos hermanos sacerdotes,

Con el corazón lleno de tristeza y dolor me dirijo a vosotros para expresar mi solidaridad y apoyo a nuestros hermanos de Turquía y Siria, afectados por el devastador terremoto que ha asolado estos países, dejando a su paso miles de fallecidos y heridos y cuantiosos daños materiales. Nuestros pensamientos y oraciones están con todos los que han perdido a sus seres queridos, sus hogares y sus bienes, y van a seguir sufriendo las consecuencias de esta catástrofe.

En este momento difícil, debemos ser testigos de la compasión y la solidaridad de Cristo, y trabajar juntos para aliviar el sufrimiento y ayudar a reconstruir sus vidas y la de las comunidades afectadas.

«En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). Estas palabras son un recordatorio poderoso de nuestra responsabilidad como cristianos de ayudar a estos pueblos que tanto están sufriendo.

Y siguiendo la indicación del papa Francisco, que ha hecho una llamada a la solidaridad en estos territorios “que ya han sido martirizados por una larga guerra”, os invito a rezar juntos y a brindarles nuestro apoyo, consuelo y esperanza respondiendo con generosidad a esta llamada. Por ello, os animo a celebrar una jornada de oración y colecta por nuestros hermanos y hermanas de Turquía y Siria, el domingo, 19 de febrero. Os ruego que lo comuniquéis ya en vuestras parroquias.

Los donativos formarán parte de la campaña de emergencia que ha habilitado Cáritas. Podéis ingresar las colectas en sus cuentas habituales, indicando en el concepto: “Terremoto de Turquía y Siria”.

Que Dios os bendiga. Un abrazo fraterno, +  José Luis Retana Gozalo, Obispo de Salamanca

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