26-05-2024. Domingo de la Santísima Trinidad – Ciclo B (Mateo 28, 16-20).

Comentario:

Queridos hermanos y amigos en el Señor:

Después de la solemnidad de Pentecostés celebramos la del misterio de la Santísima Trinidad.

0. Un hecho.

            Comenzamos la eucaristía “en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo”. Nos despedimos con “la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

            Hemos sido bautizados, como acabamos de escuchar en el Evangelio, “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Cuando hacemos la señal de la cruz o nos persignamos, lo hacemos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

1. ¿Cómo entender este misterio?

            Misterio, en su sentido bíblico, no significa hecho o realidad imposible de comprender o entender. Tiene que ver con algo secreto, con tesoro escondido. Dios lo revela a los hombres por medio de sus santos Apóstoles y Profetas, pero fundamentalmente por Jesucristo, pero tan infinita es su grandeza que no la llegamos a comprender.

            Si yo no os digo lo que hay detrás del altar, vosotros no lo sabéis, pero, eso no quiere decir, que si os lo cuento no lo sepáis. Jesucristo vino a contarnos o decirnos con hechos que Dios es amor.

1.1. Por vía intelectual.

            En el catecismo del P. Astete o Ripalda, o en el que estudiamos cuando éramos pequeños, aprendimos que Dios tiene una sola naturaleza, pero tres personas distintas. El P. Hernando, me explicaba este misterio con el ejemplo de la mano que es una, pero, tiene tres (cinco) dedos distintos, o con el trébol de tres hojas, o con el triángulo que siendo uno, tiene tres lados o tres ángulos.

            Con la cabeza podemos decir que Dios es Padre, que Jesús es el Hijo y que, después de la Ascensión a los Cielos, nos envió el Espíritu Santo.

1.2. Por vía afectiva o de los hechos.

         PADRE: el don de la creación.

            En la primera lectura el autor del libro del Deuteronomio, vemos cómo exhorta a sus conciudadanos a reconocer a Dios por vía de los hechos, no por medio de la cabeza o de la teoría, sino de la Historia: ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso… como vuestro Dios hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Lo más bonito que podemos hacer los creyentes es reconocer, con su Gracia, el paso de Dios por nuestra vida, cómo nos guía su providencia, cómo nuestra vida está en manos de Dios y nada nos ocurre sin que Él lo sepa.

            La principal tarea que aplicamos a Dios Padre es la creación del mundo, pero, fundamentalmente el habernos creado a los hombres y mujeres a su imagen y semejanza. (Gn 1,27) Salmo 8 ¡Qué es el Hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder!

         HIJO: el don de la redención.

            Jesucristo es enviado no para condenar al mundo sino para salvarlo. “Habéis recibido no un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: “¡Abba! (Padre)” Este espíritu da un testimonio concorde de que somos hijos de Dios.

            Jesucristo, el Hijo de Dios, es el que nos revela el misterio de Dios-Padre diciéndonos que es AMOR. Esto no con palabras o teorías como nuestros políticos, que cambian de un día para otro, sino con hechos. “Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos”. Jesucristo nos revela con su encarnación la vida íntima de Dios. Como dice la Carta a los Hebreos, “De muchos modos y maneras ha hablado Dios al mundo, pero últimamente lo ha hecho por su Hijo Jesucristo” (Hb 1,1-2). San Pablo nos lo dice preciosamente en la carta a los colosenses “Jesucristo es la imagen del Dios invisible” (Col 1,15). Todo lo que Dios ha querido revelarnos, decirnos, manifestarnos a los hombres, nos lo ha dicho en Cristo. Por ello la revelación ha terminado con las últimas palabras del Apocalipsis en la Biblia: “maranathá” ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20). Jesús, es la mejor fotografía de Dios que nos revela su misterio de intimidad, misterio de amor.

            Espíritu Santo: santificación. Dones particulares.

         El Espíritu Santo nos santifica derramando, como veíamos el domingo pasado, dones particulares sobre cada uno: fortaleza, alegría, ilusión, esperanza, ganas de vivir, Paz, ánimo…, inteligencia, creatividad, don de lenguas, de discernimiento, etc., todo para bien de los demás. Así se explica la diversidad de carismas, dones y ministerios en la iglesia para el bien de todos.

            Es precisamente por la vía afectiva, como mejor podemos entender este misterio. A las personas podemos decir que las queremos, pero no es lo mismo que si les damos un abrazo, un beso, o tenemos un gesto de cariño y cercanía, una llamada, un correo y, sobre todo, con hechos.

            Dios no se conformó con decir que nos quería mucho, con crearnos sin más. Dios nos demuestra con hechos: cómo acompañaba a su pueblo, cómo le liberó de Egipto, cómo le guió por el desierto en los días de hambre y sed. Son los días de la roca de Meribá del maná, y cómo lo fue conduciendo hasta una tierra que manaba leche y miel.

            A los cristianos de nuestro tiempo nos falta sensibilidad para descubrir la providencia de Dios en nuestra vida, para descubrir que “lo mismo que un padre siente ternura por su hijo, así, Dios, siente ternura por nosotros” (Sal 102,13-14). Nos falta sensibilidad para agradecer sin parar, la Gracia de la Salvación de Jesucristo que vino a salvarnos y no a condenarnos, a dar sentido a nuestra vida; a hacernos Hijos de Dios, pues lo somos.

            Nos falta sensibilidad para descubrir en nosotros las manifestaciones del E.S. de múltiples formas y maneras con sus dones, en situaciones tan distintas.

            El misterio de la Santísima Trinidad tenemos que aceptarlo, pero sobre todo “vivenciarlo” desde el amor. No nos calma la sed un discurso sobre el agua, sino cuando bebemos un vaso de agua.

            Entenderlo como la relación de amor de los esposos, de los novios que se casan. No es posible entender la vida del novio sin la novia y viceversa, de la cual brota el amor (E.S).

            De la relación de amor entre el Padre y el Hijo, brota el E.S. En esa relación no puede faltar nadie para que no pierda el sentido. Esto es lo que llamamos la relación “ad intra” de la Trinidad.

            Lo mismo en la relación “ad extra”, la relación hacia fuera con la humanidad. No se puede entender a Dios sin relacionarse con el mundo, con la humanidad.

            Para acercarnos a este misterio de relación del Padre, el Hijo y el E.S., es la relación entre las personas que se quieren. En el matrimonio, no se puede entender el uno sin el otro; de esta relación de amor, brotan normalmente los hijos como expresión y fruto de ese amor.

Hoy me pregunto:

            1. ¿Cómo descubro el “amor de Dios Padre, Hijo y E.S.” en mi vida?

            2. ¿Cómo es mi relación con Dios Trinidad y con mis hermanos los hombres: afectiva, intelectual, comercial, generosa, interesada, de igual a igual, de Padre a Hijo, o de Hijo a Padre? 

En resumen:

  • Una idea: Dios tiene una misma naturaleza, pero tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • Una imagen: id por el mundo entero y bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo y del E.S.
  • Un afecto: agradecimiento por el amor que recibo del Padre que me crea, y del Hijo que me redime y del E.S. que me llena de dones.
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