
2-10-2022. Domingo 27º Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 17, 5 – 10)
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
Quiero comenzar agradeciendo a mis padres, educadores, sacerdotes, jesuitas y a tantas personas laicas con las que he compartido y sigo compartiendo y alimentando mi fe en Jesucristo. Es el mejor tesoro que Dios me ha dado y quiero compartir, “llevándolo en una vasija de barro”.
- Señor, auméntanos la fe” ó “purifícanos” la fe.
Lo mismo que el mineral de hierro hay que someterlo a grandes temperaturas en “Altos hornos” para separar el hierro de la escoria; así la fe, muchas veces, tiene que ser sometida a grandes pruebas para ser PURIFICADA de la escoria e impurezas que se la van pegando por el camino. Como le ocurrió a nuestro Padre en la fe, Abrahán, a San José, y a tantos otros a lo largo de la historia.
1. La fe no es en “algo”, sino en “Alguien” = JESUCRISTO.
Se dice fe. Y pensamos inmediatamente en una serie de verdades que creer, (dogmas, credos, etc..) en un complejo de doctrinas que suscribir. Y sin embargo deberíamos pensar inmediatamente en una relación personal con JESUCRISTO. No en un código moral.
Tenemos que distinguir entre: Idolatría, magia, superstición y fe. Los 4 conceptos o creencias, con frecuencia se dan entremezclados. Incluso hay catequistas o cristianos muy practicantes que creen en el horóscopo, en los mensajes que si no se lo mandas a 10 personas tendrás una desgracia y si se lo pasas te tocará ……, también hay muchos cristianos que creen en otras miles de supersticiones, magias, e idolatrías como el Dios futbol, ordenador, móvil, dinero, ….
Creyente es esencialmente, uno que se ata, se adhiere totalmente a otro. Uno que se fía de Otro. Se trata de una realidad dinámica. Se establece un lazo de unión con Dios, no simplemente para colocarse en sitio seguro, para estar protegidos, sino para «dejarse llevar», dejarse guiar. Nos confiamos a alguien en vistas de un camino. Se cree para «caminar con…». (Cuento del alpinista que se cae al vacío en una noche de mucho hielo).
La verdadera fe es como la “amistad” o el “amor”, dinámico. Dios siempre es mayor, nunca acabamos de conocer, sondear. La fe es sorprendente, dinámica. El amor si no se cuida, se cultiva y se mima; si no se alimenta, muere. Con la fe pasa lo mismo, tenemos que cuidarla, cultivarla, mimarla, alimentarla mediante la oración, la alabanza, los sacramentos, el servicio a los demás. No podemos quedarnos con la fe del carbonero que nos transmitieron cuando éramos pequeños. Y, como nos dice San Pedro, tenemos que saber “dar razón de nuestra esperanza”.
1. 1. La fe NO es:
- Chantajear a Dios con oraciones, velas, sacrificios.
- Ni algo que se quita y se pone como un sombrero o prenda de vestir; cuando nos interesa creemos y cuando no, no creemos.
- Pedir a Dios por la salud de mi abuela, el examen de mi hijo, la oposición de mi hija, o el trabajo de mi marido, …
- Un “voluntariado” local, nacional o internacional. No es una ONG
- La fe SÍ es:
- Adorar y confiar en Dios.
- Estar seguro de que Dios camina conmigo los días soleados y los días de tiniebla.
- Lo que da SABOR Y SENTIDO, como la sal a los alimentos, en la salud y en la enfermedad, en los éxitos y en los fracasos.
1.3. La fe:
- Nos da FORTALEZA ante las dificultades, como el amor da fortaleza a una madre para levantarse varias veces, por la noche para cuidar a sus hijos, pero no nos elimina ningún costo humano, como no se lo eliminó a Jesús.
- Da fortaleza para luchar por un mundo más justo y humano donde haya pan y trabajo para todos.
- Nos lleva a comprometernos con los más necesitados. La Fe sin obras es una fe muerta. Para los Jesuitas, la congregación General XXXII, nos dice que debemos trabajar “en la promoción de la Fe y de la Justicia que brota de la misma fe”
- La fe, simplemente, nos permite caminar en la oscuridad, agredidos por los elementos hostiles de siempre, en medio de las dificultades de todos, en medio de los aprietos y dificultades comunes con nuestros hermanos, con la única seguridad de una presencia, de una mano que nos aprieta, no para sacarnos de la intemperie, sino después de que hayamos superado la tempestad, como pasó a Pedro que estuvo a punto de sumergirse.
- La fe no nos dispensa de la dura tarea de hombres. No es una escapatoria de las responsabilidades de la vida. No nos facilita el camino. Simplemente, le da sentido.
- La fe no se mide por la cantidad, sino por su CALIDAD.
No se trata de aumentar la fe en sentido cuantitativo. Se trata de tener fe auténtica, original, verdadera, comprometida. Como dice San Pablo, nos justifica la fe, pero ésta si es auténtica nos lleva a hacer obras, a comprometernos con el Reino de Dios.
Como vemos en la parábola del Evangelio: este “compromiso” de Fe, entrega y servicio a los demás, se presuponen en un cristiano, como “el valor en el ejército”, o el “estudiar” y “aprobar” en un estudiante. No hacemos nada de más.
La Fe nos ayuda a SER personas, no sólo a HACER cosas, porque si éstas no las hago por amor, de nada me sirven. (1 Cor 13,1-8).
Jesús en el evangelio, nos pone la parábola de la relación que debe haber entre “el amo y el criado”. El punto de la parábola es la actitud del criado que hace lo que debe hacer, servir a su amo. Así nosotros somos “siervos inútiles y sin provecho “si solo hicimos lo que teníamos que hacer”.
Hoy me pregunto:
- ¿Cómo es mi fe? ¿De qué tiene que purificarse? ¿Qué experiencias en mi vida han purificado mi fe?
- ¿A qué me conduce mí fe? ¿A qué me compromete? ¿Me lleva a trabajar en los duros trabajos del evangelio?
- La fe ¿cómo la alimento, la cuido, la cultivo, reflexiono?
¿Cómo la propago, la presento? ¿Sé dar razón de mi esperanza?
Cuento de EL ALPINISTA
«Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inicio su travesía, después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo, por lo tanto, subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima. Oscureció, la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada.
Todo era negro, cero de visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires… caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo… y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos, de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos… ¡SI!, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar: «AYÚDAME DIOS MIO…»
De repente una voz grave y profunda de los cielos le contesto:
- «¿QUÉ QUIERES QUE HAGA HIJO MIO?»
- «Sálvame Dios mío»
- «¿REALMENTE CREES QUE TE PUEDA SALVAR?»
- «Por supuesto Señor»
- «ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE…»
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó…
Cuenta el equipo de rescate que al otro día encontraron colgado a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda… A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO…