30-06-2024. Domingo XIII Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos. 5, 21-43)

Comentario: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu mal”.

Queridos hermanos y amigos en el Señor:

Hemos terminado el curso y estamos comenzando las vacaciones. Aunque no sean datos bíblicos, ni litúrgicos, ni eclesiales, son cosas que suceden en el presente domingo. A pesar, pues, de las intemperancias del calendario, tendremos que procurar que sea la celebración una asamblea dominical gozosa; que nos aporte el gozo de la presencia del Señor resucitado, la fuerza que proviene de la comunión con su Cuerpo.

  1. LA FE QUE NOS ACERCA A JESÚS.

Jesús, sanando a una mujer legalmente marginada por impura, a una persona herida en lo más profundo de su ser: (la sangre es la vida), Jesús aparece como el único médico capaz de otorgar al ser humano su genuina dignidad, la vida verdadera y la paz auténtica. Resucitando a la hija de Jairo, el poder de Jesús se hace todavía más palpable. Es capaz de comunicar la vida, incluso al que yace en la muerte. Ambos prodigios revelan el poder de Jesús y resaltan el poder de la fe: una fe sencilla, pero firme (la mujer enferma de hemorragias); e incluso fe probada (la de Jairo), que contrasta con la perplejidad de los discípulos en la tempestad del lago, y que se convierte en modélica para el lector cristiano.

Jesús, en ambos casos, deja claro que es la fe lo que le mueve a manifestar su poder. Curando a la mujer, no porque le haya tocado, sino porque se ha acercado a Él con fe, y resucitando, haciendo que se «levantara» a la hija de Jairo que, pase lo que pase, no desfallece en su fe. En ambas ocasiones la fe de aquellos que a Él se acercan, es la que hace que «salga fuerza de Él» que salva. Al acercarnos a Jesús con fe, al acercarnos ahora a los sacramentos, creyendo firmemente que en ellos está la presencia y la acción de Jesús, Él nos manifiesta su poder, concediéndonos los dones de su gracia divina que nos salva.

  • LA FE QUE ACTÚA POR LA CARIDAD.

La segunda lectura de San Pablo a los Corintios, nos mueve a que nuestra fe se traduzca en obras de caridad. Nos exhorta a saber compartir los dones que tenemos -sean cuales sean- con los demás. El ejemplo que se nos propone es el de la generosidad de Jesús. Puesta la mirada en Jesús aprenderemos a ser solidarios con los demás. Lo que significa que hemos de contemplarlo a Él, a la vez que nuestra caridad, está atenta a descubrir las necesidades concretas de los demás.

Esta lectura nos invita a fijarnos en la generosidad de Jesús para con nosotros -manifestada en su encarnación y en su redención, nos invita a no olvidar que, junto a los signos que nos han de acercar a la generosidad de la gracia, tenemos que dar vida al expresivo signo de la caridad «que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en pobreza y marginación«; una situación «que hoy afecta a grandes áreas de la sociedad y cubre con su sombra de muerte a pueblos enteros». Por ello se nos exhorta a colaborar en la creación «de una nueva cultura de solidaridad y cooperación internacionales». Una vida vacía de caridad sería una vida tan vacía de sentido, que no dejará crecer y fortalecer nuestra vida de fe.

Hoy me pregunto:

  1. ¿Qué zonas o aspectos de mi vida necesitan salvación? ¿Soy consciente de que necesito ser salvado, curado, sanado de algo?

¿Qué circunstancias personales, familiares, sociales, me producen pérdidas de (sangre), de vida, de ilusión, de esperanza, de ganas de vivir? ¿Qué circunstancias me restan energía, me desgastan, me quitan capacidad de trabajar y rendir al 100%?

“Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza.

Por envidia del diablo, entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen”

  1. ¿Qué circunstancias me producen síntomas de muerte?

Si no soy consciente de mi enfermedad, no voy a ir al médico. La medicina tiene mejores resultados en la prevención que en la curación. Es mejor prevenir que curarlo. Cada día más se está practicando la medicina preventiva, las revisiones periódicas. En las empresas, a partir de ciertas edades, se hacen controles periódicos de algunas enfermedades. Algunas enfermedades que no producen síntomas llamativos, cuando se descubren, ya no hay remedio. En la vida espiritual, cuando tenemos de todo y no nos falta de nada, suele ser un analgésico que nos adormece e impide sentir los valores de la fe: el servicio, la generosidad, la solidaridad, de la que nos habla la segunda lectura, están muy por debajo de la media deseable.

Nacemos para morir, y toda la vida es una preparación para la muerte. Nuestro cuerpo se va degenerando lentamente, nos salen canas, patas de gallo.  Las células se van regenerando cada 7 años. A partir de cierta edad todo son achaques. “La juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo”, pero los jóvenes no se lo creen. Sólo con el tiempo, los años, las canas, las enfermedades nos hacen reflexionar y cuestionar el sentido de la vida.

  1. ¿Cómo reacciono ante las enfermedades, la pérdida de vida, de ilusión o con los síntomas de muerte? ¿La huida de la fe, o el acercamiento a Jesús?

            Ante estas situaciones son posibles, dos alternativas: 1. la huida porque no hay nadie que me acoja, me cure y me salve, y 2. La fe, el acercamiento a Jesús, como la mujer enferma, o el jefe de la sinagoga, pidiéndole que me cure y me salve.

Tanto para la mujer como para el jefe de la sinagoga, el gentío, la muchedumbre, el qué dirán, no le impidió acercarse a tocar a Jesús o pedirle que curara a su hija.  ¿Yo me atrevo a tocar a Jesús y pedirle que me sane y me cure, incluso de mi enfermedad de muerte? ¿Cómo es mi fe en Jesús?

4. “Jesús: siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza os hagáis ricos”

¿Cuáles son mis riquezas y cómo las comparto con los demás para que ellos se enriquezcan? Ahora comenzamos la vacación, y tendré la posibilidad de estar más “tiempo” con mí familia, hijos, leer, contemplar la naturaleza, descansar, hacer algún “campo de trabajo” con los más necesitados, compartiendo mi fe con otros, que es el mejor tesoro y riqueza que tengo. Este tiempo de vacaciones cuestiona nuestra presencia como religiosos, interroga, no sólo nuestra vida coherente, sino que también ha de ser sanadora y salvadora para nuestras familias (sobrinos, primos, jóvenes que en su vida no se acercan mucho a Jesús) La experiencia de sentirme salvado, sanado y curado me lleva espontáneamente a salvar, curar y sanar a los demás acercándolos a Jesús. Ame.

  • Una idea: Jesús cura nuestras enfermedades y dolencias
  • Una imagen: Jesús cura a la mujer que pierde sangre y resucita a la hija de Jairo
  • Un afecto: La alegría de sentirme curado y sanado en mis enfermedades.

Con esta hoja semanal me despido deseándoos un feliz verano y hasta siempre

Os emplazo para la Gloria,
que para todos la espero,
por la bondad del Señor,
que no por méritos nuestros.
Mientras tanto, Salmantinos míos,
porque no nos separemos,
llevadme en vuestro corazón,
que en mi corazón os llevo.

Nota: si alguien quiere seguir recibiendo el comentario de la Palabra, cada domingo, me lo puede pedir en el siguiente correo: jmgcast@jesuitas.es

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