19-05-2024. Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23).

Comentario:

Queridos hermanos y amigos en el Señor:

1 «Se llenaron todos del Espíritu Santo». La comunidad reza unida con María, la Madre de Jesús.

El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús resucitado, viene como un viento irresistible, que sopla donde quiere. Y la comunidad está reunida en oración, «en compañía de María, la madre de Jesús, y de algunas mujeres». Estos son aspectos fundamentales de todo grupo cristiano si quiere ser una comunidad que experimente y viva del Espíritu: comunidad que ora y en la que María, la madre de Jesús, está muy presente.

«Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas que se repartían». Estamos en la nueva y definitiva Alianza, inaugurada por obra del Espíritu que el Padre y el Hijo envían. En la alianza del Sinaí aparecen también el «ruido» y el «fuego». Es el «fuego» del Espíritu, la llama del amor viviente. Fuego que significa amor, amor nupcial, fiel; amor más fuerte que la muerte. Fuego que es indomable e incontrolable. El Espíritu Santo es el «amor que procede del Amor«. Por eso dejémonos inflamar por Él; dejémonos amar por Él.

2. Siempre es Pentecostés.

Pentecostés en griego significa 50 que, en el simbolismo de los números bíblicos, significa la perfección, plenitud, cumplimiento. San Lucas nos describe cinco «Pentecostés», cinco venidas del Espíritu Santo en diferentes momentos de la vida de la comunidad cristiana, para mostrarnos que siempre que viene el Espíritu es Pentecostés. No fue un solo y aislado Pentecostés.

En nuestra vida cristiana sucede lo mismo, porque nuestro bautismo fue Pentecostés, en la confirmación recibimos como «don», el mismo Espíritu de Pentecostés; en la Eucaristía es la acción del Espíritu Santo la que nos reúne, nos comunica y hace entender la Palabra, y hace que la Palabra se haga Pan que alimenta, y nos envía a hacer las obras que el Padre quiere en favor de los hermanos.

Todos nosotros somos testigos de cómo el Espíritu nos va transformando, personal y comunitariamente; cómo el Espíritu va suscitando hombres y mujeres que luchan para la transformación de nuestro mundo. «Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu». Por eso el misterio de Pentecostés está actuando siempre.

Es el Espíritu que nos da la fe por la que confesamos que «Jesús es Señor«. Es el Espíritu que nos congrega y nos hace una comunidad, la Iglesia. Es el Espíritu que suscita múltiples carismas, ministerios, servicios, dones, regalos, al servicio de la comunidad. El Espíritu es el que hace posible que siendo muchos, y teniendo distintas maneras de pensar y actuar, sepamos amarnos y ser uno. El Espíritu Santo nos hace superar todas las divisiones, fruto del pecado, y saltar todas las barreras sociales de raza, de religión. El Espíritu Santo es la única bebida que nos da la vida de Dios.

3. La experiencia del Espíritu nos compromete personal y comunitariamente.

3.1. Pentecostés es la fiesta en la quesomos enviados a continuar con la misión de Jesús; por tanto, es también la fiesta de la misión de la iglesia. Es una buena oportunidad para renovar nuestro compromiso misionero. “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20, 21).

3.2. Pentecostés es la fiesta del encuentro y del reencuentro con los demás. Es oportunidad para promover la unidad cristiana, la unidad familiar, la unidad entre las naciones, de orar por la superación de las diferencias que hoy siguen dividiendo a los seres humanos y destruyendo nuestra propia vida y nuestro futuro. Pentecostés destaca la ternura como un estilo de vida.

3.3. Pentecostés es la fiesta de la diversidad y la riqueza de la creación de Dios, en la que cada cultura y lengua proclama las buenas noticias del amor de Dios.

3.4. Pentecostés es también tiempo de comunión y solidaridad. La iglesia es enviada a vivir como Jesús, atenta a las necesidades del prójimo.

3.5. Pentecostés es tiempo de escucha. Necesitamos escuchar los gemidos del Espíritu en los gemidos de la naturaleza amenazada, en los gemidos de la humanidad pobre y hambrienta que sufre las injusticias, el desamor; en los gemidos de tanta gente que exige libertad, paz y derecho a la vida (Rm 8,23). Es el momento de leer y discernir la Palabra que nos llama a esta escucha atenta que el Espíritu quiere provocar en nosotros, como en los discípulos reunidos con María.

– Algunos textos bíblicos que nos pueden ayudar a la oración:

Salmo 104 (cántico a la acción creadora y vivificante del Espíritu)

Juan 5,17 (Dios continúa trabajando, re-creando la vida).

1ª Cor 12 (el Espíritu provee unidad en la diversidad).

Del YO de Dios Padre y del TÚ de su Hijo, brota el NOSOTROS con el Espíritu Santo.

Para hablar del Espíritu Santo utilizamos más los símbolos porque su personalidad la tenemos menos definida que la del Padre y la del Hijo. Acudimos a los símbolos y a los EFECTOS (como cuando hablamos de la electricidad… nadie sabe definirla, pero todos conocemos y sentimos sus efectos) y así hablamos de la FUERZA del Espíritu Santo, de la LUZ y del FUEGO, de su LIBERTAD, de su ALEGRÍA, de su VIDA y su AMOR.

Es LUZ, FUEGO, BRISA Y VIENTO, NUBE Y TORMENTA, ACEITE Y PERFUME, etc. Pero, sobre todo, es aquello que nos mueve e impulsa a AMAR, a querer a la gente, a sacrificarnos por los demás, y de esto sabéis mucho las familias.

            Al Espíritu Santo le pedimos que derrame sobre nosotros los siete dones: sabiduría, entendimiento, ciencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios.

            Como hemos escuchado en la segunda lectura, todos esos dones particulares, ministerios y funciones que hemos recibidos de Dios, son para el bien común.

Hoy me pregunto:

1. ¿Cómo es mi capacidad de escucha de la Palabra de Dios? ¿Qué importancia tiene María en mi vida cristiana?

2. ¿Qué dones y cualidades reconozco en mí para desarrollar mejor el ministerio o la función que se me ha encomendado para el servicio de los demás en la Iglesia?

3. ¿Qué efectos o dones siento que produce en mí el Espíritu Santo: paz, alegría, ilusión, esperanza, fe, amor, servicio, entrega, entusiasmo, unidad en mi familia?

  • Una idea: el Espíritu Santo habita en nosotros.
  • Una imagen: la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María en el cenáculo.
  • Un afecto: agradecimiento por los dones y carismas que Dios nos da por medio del Espíritu Santo.

Selecciono algunas Reglas de discernimiento de Espíritus EE [314-336] que nos pueden ayudar a entender o descubrir la acción del Espíritu Santo y la del mal espíritu en nuestra vida cristiana.

[316] 3º regla. La tercera de consolación espiritual: llamo consolación cuando en el ánima se causa alguna moción interior, con la cual viene el ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y consecuente cuando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. Asimismo, cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, ahora sea por el dolor de sus pecados, o de la pasión de Cristo nuestro Señor, o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda leticia[1] interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quietándola y pacificándola en su Criador y Señor.

[317] 4º regla. La cuarta de desolación spiritual: llamo desolación todo el contrario de la tercera regla; así como escuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia[2], sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor. Porque, así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación.

[318] 5º regla. La quinta: en tiempo de desolación nunca hacer mudanza, más estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque, así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar.

Reglas más propias para la Segunda Semana de Ejercicios

[329] 1º regla. La primera: proprio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo spiritual, quitando toda tristeza y turbación, que el enemigo induce; del cual es proprio militar contra la tal alegría y consolación spiritual, trayendo razones aparentes, sotilezas y asiduas falacias[3].

[330] 2º regla. La segunda: sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación al ánima sin causa precedente; porque es propio del Criador entrar, salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad. Digo sin causa, sin ningún previo sentimiento o conocimiento de algún objeto, por el cual venga la tal consolación mediante sus actos de entendimiento y voluntad.

[331] 3º regla. La tercera: con causa puede consolar al ánima así el buen ángel como el malo, por contrarios fines: el buen ángel, por provecho del ánima, para que crezcan y suba de bien en mejor; y el mal ángel para el contrario, y adelante para traerla a su dañada intención y malicia.

[332] 4º regla. La cuarta: proprio es del ángel malo, que se forma sub Ángelo lucís[4], entrar con el ánima devota, y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones.


[1]   alegría.

[2]   falta de fe.

[3]   frecuentes razonamientos falsos, sutiles y disimulados.

[4]   disfrazado de ángel de luz, de ángel bueno.

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