17-12-2023. Domingo 3º de Adviento – Ciclo B (Juan 1, 6-8. 19-28)
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran:
«¿Tú quién eres?».
El confesó y no negó; confesó:
«Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron:
«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».
Él dijo:
«No lo soy».
«¿Eres tú el Profeta?».
Respondió:
«No».
Y le dijeron:
«¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Él contestó:
«Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
Juan les respondió:
«Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Comentario: “Juan nos anuncia la Palabra” “Gaudete” “Estad siempre alegres”
Queridos hermanos y amigos en el Señor.
1. LA ALEGRÍA:
El 3º domingo de adviento es conocido como el “domingo de Gaudete”, de la alegría. Así comienza la antífona de entrada: “Alegraos siempre en el Señor, os lo repito, alegraos. El Señor está cerca” (Fil 4,4-5).
La alegría es la característica esencial de toda fiesta. Pero como sabemos por experiencia, hay muchas clases de alegría y no todas son iguales ni en calidad ni en cantidad; unas vienen de fuera y otras nacen de dentro. Unas son verdaderas y otras son falsas. La consolación no siempre es auténtica. La consolación con causa puede ser producida por el buen o por el mal espíritu y por contrarios fines.
No podemos olvidar que la Primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco se titula “Evangelii Gaudium”, La alegría del Evangelio (nn. 1-11).
I) Las alegrías que vienen de fuera:
1. Hay una alegría barata, que tiene precio en los mercados: la bebida, la comida abundante, la música, la danza desenfrenada, los estupefacientes…
2. Hay una alegría conquistada, la del que corona una cima, consigue un puesto de trabajo, termina la carrera, aprueba un examen u oposición, fruto del esfuerzo, el trabajo y el sacrifico humano.
3. Hay una alegría cultivada, que brota del conocimiento y aceptación de uno mismo, la amistad, el amor y las relaciones humanas.
II) La alegría que viene de dentro, que nace del corazón:
4. Hay una alegría regalada, gratuita, secreta, profunda, compasiva, respetuosa, abierta, contagiosa, solidaria, compartida, inagotable. En la raíz misma de la alegría está Dios, como fuente de la vida y del amor. Su fuente es secreta, es don del Espíritu. Podemos llamar una consolación sin causa, ésta solo Dios puede producirla directamente al alma [EE 15].
5. Una alegría que nace del agradecimiento, –como nos enseña la “Contemplación para alcanzar amor” [EE 230-237]-,cuando uno es consciente de que todo lo que me rodea es don y regalo, por ejemplo, el mundo como la casa común en la que habitamos, la vida, la familia, los amigos, la fe en Jesucristo como mi redentor, los dones particulares, el Espíritu que nos habita, etc.
Alégrate porque Dios te ama en Jesucristo, te perdona y te cura, te salva de tu miseria y sinsentido. Viene a llenarte de sol, a afirmar tu valor y tu vocación. Viene a regalarte fermento y semilla. Viene a vestirte de Dios.
III) Cómo discernir la verdadera de la falsa alegría o la consolación de la desolación. Por sus frutos los conoceréis, nos dice Jesús. Cf. Las reglas de Discernimiento de la 2ª semana de Ejercicios, según San Ignacio.
2. Conquistar la alegría.
¡“Estad siempre alegres”! nos ha dicho la segunda lectura.
Ahora bien, la alegría no se impone por decreto… Por otra parte, la vida está llena de situaciones dolorosas y duras, como ha sido la pandemia del covid-19 donde en España han muerto, más de 150.000 personas en unas circunstancias tan dolorosas; situaciones económicas, laborales con más de 3 millones de parados, crisis política, de valores, religiosa, etc. En esta situación, orientar la vida con sentido de responsabilidad, conlleva muchas preocupaciones.
Ya vemos que no estamos hablando de una alegría cualquiera. Hablamos de la virtud de la alegría que nos esforzamos en conquistar, tanto cuando las cosas nos son favorables, como cuando nos son adversas.
Puede parecer una virtud menor en comparación con otras más espectaculares… Pero, si nos fijamos bien, veremos qué es lo que nos aconseja el apóstol Pablo: ¡“estad siempre alegres” !, de fácil no tiene nada. Es fruto de muchas otras virtudes. Él mismo nos habla de algunas. Dice, por ejemplo, “sed constantes en orar”; es decir, no queráis limitaros a las solas posibilidades de los recursos humanos, abrid brechas continuamente, comunicaos con el Padre. Nos anima especialmente a la oración de acción de gracias, aquella que sólo es capaz de hacer quien sabe descubrir las maravillas de Dios en medio de un mundo confuso. Esta alegría es una virtud navideña. San Francisco de Asís, el del primer belén, fue un maestro en esa alegría.
3. No despreciéis la profecía…
Si la verdadera alegría, tan ligada a la pobreza evangélica, es liberadora, hay otra que nos pone plomo en las alas y nos hace volar bajo. El apóstol Pablo nos ha advertido: “No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía”; porque nos podría pasar que, en lugar de ponernos nosotros a la altura de la venida de Jesús, la encerráramos en las raquíticas dimensiones de una Navidad egoísta, poco profética, insulsa, sin vida… El Señor “me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad”, nos ha dicho Isaías. Esta es la profecía que Jesús asumirá plenamente (Lc 4,21). Esta es la profecía que expresa nuestra misión de discípulos suyos… ¡no la despreciemos! Es también la razón última de nuestra alegría… ¡Comuniquémosla eficazmente!
Conviene que todo esto forme parte de nuestro proyecto de Adviento, salvando dos matices esenciales. El primero, que lleguemos, de verdad y con hechos, a los desvalidos en cualquier aspecto. El segundo, que nuestras obras nazcan del deseo de anunciar la buena nueva, y puedan ser interpretadas —aunque a menudo no lo serán— en clave evangélica.
En este momento no podemos olvidar el 2º Capítulo de la Encíclica Fratelli Tutti “UN EXTRAÑO EN EL CAMINO” nº 56-86. El comentario sobre la parábola del Buen Samaritano.
4. Solo voz .., pero voz que no calla. Juan Bautista.
En el evangelio hemos reencontrado a Juan Bautista. Ya conocemos su humildad: el domingo pasado le oíamos decir que no era digno ni de desatar las sandalias al Señor… En el texto de hoy lo repite, se mantiene en la misma actitud. Interrogado con insistencia: “¿Quién eres?”, responde: “Yo no soy el Mesías”. Y no por falsa modestia, como decimos, sino para mantenerse fiel a la verdad, que en esto consiste la verdadera humildad. Le presionan: quizás Elías… Pero Juan rehuye cualquier atisbo de protagonismo. Y acaba identificándose como una simple voz. Una voz, eso sí, que grita. Él aporta el sonido, el instrumento… La palabra la dirá quien viene detrás.
Dejemos que nos penetre el estilo del Bautista, nosotros que vivimos en la cultura de la imagen, del culto a la fama y de la competitividad. Aprendamos de él, porque ni la buena convivencia, —familiar y social—, ni el servicio a los pobres, ni tan solo el buen humor…, son posibles sin un mínimo de relativización, de descentramiento de nosotros mismos. Y la Iglesia, también como Juan, es voz más que palabra. Es anuncio de aquel que muchos no conocen, pero que viene continuamente a su vida. Tiene vocación de transparencia, no de pantalla que enturbia la visión. No es la luz, sino “testigo de la luz”, para que por ella todo el mundo llegue a la fe. A menudo precisa, como Juan, rechazar propuestas de sobrevaloración que le hace el mundo, no siempre de buena fe. Por otra parte, es voz que no debe callar, que no se deja intimidar ni asimilar por otras voces; ¿cómo, si no, anunciaría a quienes vienen después, a todos los que no lo conocen?
Hoy me pregunto:
- ¿Dónde y cómo soy presentador de Jesús, como Isaías y como Juan Bautista?
- ¿Cuándo experimento en mí corazón las palabras de Isaías, en la 1ª lectura, que Jesús hace suyas en la sinagoga de Cafarnaúm? «El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha Ungido, me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, la liberación a los oprimidos, a anunciar el año de gracia del Señor».
- ¿Cuál es la causa más habitual de mi alegría? ¿La venida de Jesús, porque volverá al final de los tiempos, y porque está continuamente viniendo? ¿O hay otras cosas, personas, situaciones que producen la alegría en mí?
- ¿Soy constante en orar? ¿Soy agradecido en todo momento? ¿Discierno los espíritus que actúan en mí?
De la Palabra de hoy, recuerda:
- Una idea: estad siempre alegres.
- Una imagen: la visitación de María a su prima Santa Isabel o Juan Bautista como la voz de Jesús.
- Un afecto: revivir la consolación de nuestro apostolado.
Aportación Ignaciana: Definición de Consolación.
La tercera regla de discernimiento, propia de la 2ª semana de Ejercicios, es la definición de CONSOLACIÓN ESPIRITUAL: llamo consolación cuando en el alma se causa algún sentimiento interior, con el cual viene el alma a llenarse en amor de su Criador y Señor, y como consecuencia cuando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra puede amar en sí misma, sino en el Criador de todas ellas. Asimismo, cuando le brotan lágrimas por amor de su Señor, ahora sea por el dolor de sus pecados, o de la pasión de Cristo nuestro Señor, o de otras cosas rectamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente, llamo CONSOLACIÓN a todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegríainterior que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, tranquilizándola y pacificándola en su Criador y Señor. [EE 316]