
10-12-2023. Domingo 1º de Adviento – Ciclo B (Marcos 1, 1-8)
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino;
voz del que grita en el desierto:
“Preparad el camino del Señor,
enderezad sus senderos”».
Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Comentario: “La Palabra nos invita a prepararle el camino”
Queridos hermanos y amigos en el Señor.
Las lecturas de hoy nos hablan:
1. Pregón de consuelo.
El primer anuncio que hoy hemos escuchado ha sido de aliento, confianza y esperanza: «Consolad, consolad a mi pueblo«, «súbete a lo alto, heraldo, alza la voz, di a las ciudades de Judá: aquí está nuestro Dios«.
Como al pueblo de Israel, también a nosotros nos hace falta un toque de confianza en este mundo en que vivimos, inmersos en la angustia y la preocupación por la situación política en España, en la que las 3 “P” la Polarización política, el Populismo y la Posverdad cada día están creciendo, con síntomas de una 3ª guerra mundial: Ucrania, Israel, y otros 25 puntos de la tierra en conflicto bélico, la muerte, el trabajo, …
La primera lectura es un pregón de consuelo, una invitación a la esperanza. ¿Cuál es el motivo? El centinela anuncia «la llegada del Señor». El centinela se llama Isaías y nos dice: aquí está nuestro Dios. El centinela se llama Juan el Bautista y su mensaje dice: el Salvador que Dios envía está llegando, y se llama Jesús de Nazaret. Es lo que anuncia Él en el evangelio. ¡Ojo! No lo confundamos con los “salvadores” con minúscula que nos anuncian la llegada de la paz y la reconciliación como una salvación.
El anuncio de Isaías sí que es una buena noticia. «Evangelio» significa «buena noticia». Y hoy nos ha sido proclamada a todos: que Dios es un Dios que salva, que sigue actuando, que su enviado se llama Cristo Jesús, que viene con fuerza, que está ya en medio de nosotros y que quiere construir unos cielos nuevos y una tierra nueva en que habite la justicia.
2. Llamada a la conversión
Pero tanto Isaías como Juan Bautista no han pronunciado solo palabras de consuelo. Nos han llamado a la conversión: «preparad los caminos para el Señor que viene«. La espera del Señor no es una actitud pasiva y conformista. Es una espera activa, llena de energía. Es la espera del que camina ya hacia la persona que viene.
Si la llamada del domingo pasado se podía resumir en el slogan «vigilad», la de hoy se puede sintetizar con otra consigna también clara y enérgica: «convertíos».
Convertirse no significa necesariamente que seamos grandes pecadores y debamos hacer grandes penitencias.
Convertirse, creer en Cristo Jesús, significa volverse a Él, aceptar sus criterios de vida, acoger su evangelio y su mentalidad, irla asimilando en las actitudes fundamentales de la vida.
Por eso la voz del Bautista, que resuena hoy por todo el mundo, es incómoda. Nos invita a un cambio, a tomar una opción: «preparad el camino del Señor, allanad sus senderos«. Y Pedro ha resumido el programa de esta venida en su carta de hoy: «un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia«.
Hoy se nos invita a allanar las dificultades de la comunicación entre los hombres, entre los esposos; a bajar nuestra soberbia y a elevar nuestra humildad; a enderezar nuestras dobles intenciones y a tener “rectitud de intención” en todo lo que hacemos. Se nos invita a actuar con los criterios del evangelio y no con los del mundo. A orar y escuchar más la palabra de Dios, en vez de nuestra palabrería.
3. Algo tiene que cambiar en el Adviento
Si Cristo viene, y viene con fuerza, su venida nos compromete. No es que esperemos el fin del mundo. El mismo Pedro nos ha disuadido de ir con esos cálculos. Lo importante no es saber cuándo volverá Cristo en su gloria; sino de ir haciendo camino en la dirección que Él nos muestra. Ir cumpliendo el programa que Él nos ha trazado y que está lejos de haberse cumplido.
¿Qué es lo que cambiará nuestra sociedad en el adviento? ¿De veras se allanarán senderos? ¿De veras daremos pasos eficaces hacia esa tierra nueva, hacia esa sociedad mejor, con mayor justicia y fraternidad? ¿Qué es lo que va a cambiar en nuestras familias, en nuestras comunidades? ¿Se notará que hemos aceptado a Cristo como criterio de vida, con sus actitudes y su mentalidad? ¿Qué es lo que cambiará en nuestra vida personal? Pedro ha terminado su pasaje de hoy diciendo: «mientras esperáis, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables«.
Nuestra ciudad ya lleva unos días con las luces en las calles y los anuncios publicitarios no se han hecho esperar. Pero ¿cuál es la intención? Vender más, consumir más, divertirnos más, viajar más… ¿Realmente ésta es la manera cristiana de preparar, en adviento, la venida del Señor? ¿Esto produce verdadera y auténtica paz, alegría, esperanza en nuestro corazón o, dentro de un mes, cuando llegue la cuesta de enero, la desilusión y el desencanto serán más grandes?
Vivimos ya una espiral tentadora de compras y regalos. La sociedad de consumo nos envuelve en su red. Pero ¿es esa la preparación de la Navidad cristiana? Esperar a Cristo y alegrarse con su venida, salir a su encuentro, es algo mucho más profundo.
Aprovechemos este tiempo para poner en práctica la invitación del profeta Isaías y de Juan el Bautista para allanar el camino al Señor mediante la oración, la escucha de su Palabra, la Eucaristía, el estar más con la familia: hijos, padres, abuelos y amigos.
Hoy me pregunto:
- ¿Qué sentimientos produce en mí la llegada de la Navidad?
- Primero Isaías y luego Juan Bautista nos anuncian la llegada de Jesús, el Mesías, el Señor. Y a mí, ¿quién me ha anunciado la buena noticia de Jesús? ¿Y yo a quién se la anuncio?
- El ser profeta del Señor y anunciar a otros la buena noticia nos obliga a convertirnos a nosotros mismos. ¿Qué actitudes me invita el Señor a cambiar a mí, en este adviento?
De la PALABRA de hoy recuerda:
- Una idea: convertíos.
- Una imagen: haced autovías de comunicación de fibra óptica con vosotros mismos, con los demás, con Dios y con la naturaleza.
- Un afecto: el gozo que experimento al reencontrarme conmigo mismo, con los demás y con Dios.
Aportación Ignaciana:
[EE 62] TERCERO EXERCICIO ES REPETICION DEL 1º Y 2º EXERCICIO, HACIENDO TRES COLOQUIOS.
Después de la oración preparatoria y dos preámbulos, será repetir el primero y segundo ejercicios, notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido mayor consolación o desolación o mayor sentimiento espiritual; después de lo cual haré tres coloquios de la manera que se sigue:
[EE 63] 1º coloquio. El primer coloquio a nuestra Señora, para que me alcance gracia de su Hijo y Señor para tres cosas: la primera, para que sienta interno conocimiento de mis pecados y aborrecimiento de ellos; la 2ª, para que sienta el desorden de mis acciones y relaciones, para que, aborreciendo, me enmiende y me ordene; la 3ª, pedir conocimiento del mal del mundo, para que, aborreciendo, aparte de mí las cosas malas y superficiales que me alejan de Jesús; y con esto rezo un Ave María.
2º coloquio. El segundo, otro tanto al Hijo, para que me alcance del Padre; y con esto rezo el Anima Christi.
3º coloquio. El tercero, otro tanto al Padre, para que el mismo Señor eterno me lo conceda; y con esto rezo un Padre nuestro.
Este ejercicio puede ayudarnos a conocernos más a nosotros mismos, nuestras reacciones, muchas veces inconscientes, nuestro carácter, temperamento, nuestros deseos, acciones y (operaciones) relaciones, pidiendo la ayuda de María y de Jesús para que el Padre nos conceda “la gracia” de la conversión de nuestros pecados y aborrecimiento de ellos.


