
3-12-2023. Domingo 1º de Adviento – Ciclo B (Marcos 13, 33-37)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
1. ADVIENTO, TIEMPO DE “GRACIA”. NUEVA OPORTUNIDAD
Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico, el ciclo B, en el que básicamente leeremos el evangelio de San Marcos.
En el centro de su narración estará la pregunta sobre la identidad del Cristo: ¿Quién es Jesús? Así, en la mitad del evangelio, preguntará a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo? Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Tomando la palabra Pedro dijo: “Tu eres el Mesías” (Mc 8,28-29). Y, el centurión al pie de la cruz, al final del evangelio cuando muere Jesús diciendo: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Mc 15,39). Para responder esta pregunta serán importantes los temas del seguimiento y el ser discípulo, la cruz y la renuncia de sí mismo. El evangelio de Marcos es conocido como el «evangelio del catecúmeno». Para escribirlo (es el más viejo de los cuatro) seguramente se haya inspirado en la predicación de san Pedro a los paganos de Roma
El tiempo de Adviento, que dura 4 semanas, es un tiempo especial, kairós, tiempo de Gracia, tiempo de preparación para la venida del Señor.
Este tiempo se divide en dos partes: en la primera se nos invita a preparar y a vigilar, a estar atentos, para cuando vuelva Jesucristo en su segunda venida, al final de la Historia; y en las dos últimas semanas se nos invita a preparar la Navidad, la venida próxima y continua de Jesús a este mundo.
En este tiempo de ADVIENTO renovamos la esperanza, la ilusión. Es, sin duda, un tiempo litúrgico privilegiado y necesario. Después de tantos domingos, de “tiempo ordinario” podríamos caer en la tentación de acostumbrarnos, cansarnos, endurecernos y dormirnos. Ésta es nuestra debilidad y nuestra mediocridad, que hacemos rutina hasta del misterio.
¿Por qué no somos santos después de tantas comuniones, después de tanto beber en las fuentes de la santidad?
El Adviento puede ayudarnos a recuperar la ilusión y el compromiso. Es como un volver a empezar, un volver a poner el corazón a punto, un renovar “el amor primero”, como si todo se realizara por primera vez, y para mí. “No os acordéis de lo pasado. Yo lo renuevo todo” (Is 43,18-19; Ap 21,5).
Dios no solo me creó, sino que me está creando en cada instante. No solo exhaló su Espíritu, sino que me está alentando en cada momento. No solo vino hace más de 2000 años, sino que viene siempre.
La oración, intensa y confiada de la primera lectura, hemos de situarla en medio de un gran sufrimiento. A la esclavitud del destierro, se añade la vergüenza y la impureza del pecado: “Todos éramos impuros. Nuestra injusticia era un paño manchado”.
¿Es el pueblo que ya no teme a Dios, o es que Dios endurece su corazón para que le tema? La pregunta, casi blasfema, es un recurso literario. El profeta lo sabe. Sabe que, por encima de todo, Dios es Padre: “Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y Tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. Si es Padre, no puede “excederse en la ira”, no puede tener ira. Si es padre, no puede destruir a sus hijos, sino compadecerse de ellos, y acercarse a salvarlos.
Hoy hacemos nuestra esta petición: “¡ojalá rasgases el cielo y bajases!”, derritiendo los corazones con tu presencia y transformándolos con ella.
La segunda lectura, de San Pablo, es todo un contraste con la primera. En ésta se desprende un ambiente de bendición y acción de gracias, porque ya el cielo se rasgó y “Dios, nuestro Padre” nos dio a Jesucristo. Ya no se habla de ira, ni de castigos, impurezas y extravíos. “Ya hemos sido enriquecidos en todo, en Cristo; no carecemos de ningún don”.
2. VIGILAD
En el evangelio se nos hace una fuerte llamada a la vigilancia. Esta es una recomendación insistente en el N.T., porque la salvación es objeto de esperanza (Rom 8,24).
Tenemos que velar como el portero de la casa que espera la llegada del Señor, como la esposa la venida del esposo, como el profeta espera el signo o la palabra, como el creyente que espera un encuentro con su Dios; como María esperaba la llegada del Mesías.
Velad, porque el Señor viene, porque está cerca. No cedáis a la tentación del sueño, o a la despreocupación, o al olvido, o a la alienación. Velad, es tiempo de espera.
El Señor sabe que tendemos al sueño, a la modorra, a la inconsciencia. Por eso nos estimula con nuevas promesas y con sorpresas. Se nos invita a renovar la ilusión y la esperanza. Por eso se nos invita reiteradamente a la vigilancia.
Debemos hacerlo todo con actitud vigilante: debemos creer, pero vigilando; debemos amar, pero vigilando; debemos obedecer, pero vigilando. Lo que nos sucede es que a menudo solo vigilamos a los demás o solo estamos pendientes y encima de los demás. Los miramos, los criticamos, los marginamos. Pero lo que Jesús nos pide es que estemos atentos a nosotros mismos y que atendamos y cuidemos al prójimo. Esta es la responsabilidad de los criados de la parábola. Hagámoslo esperando el regreso del señor a casa, el regreso del Señor, el paso de Jesús por nuestras vidas, a cada instante, en todo momento.
Su palabra será nueva: puede que la letra suene lo mismo, pero el Espíritu será distinto. La misma palabra encierra sentido nuevo y gracia nueva. ¡Escucha bien!
Sus signos serán nuevos: no los signos litúrgicos, sino los de la gracia y del Espíritu. Puede ser una conversión nueva, una reconciliación nueva, una generosidad mayor… Signos que pueden darse en una celebración, en una comunidad en la familia, en una persona. Se trata de estar bien atentos. ¡Atiende bien!
Su venida será nueva, de otra forma. Su venida siempre será amistosa y salvadora. Por eso, ¡espera bien!
3. COMO PREPARARÍA, MARÍA, EL NACIMIENTO DE JESÚS
¿Cómo prepararía María el nacimiento de Jesús hace más de 2000 años?
¿Cómo nos podemos preparar nosotros ahora para recibirlo en esta Navidad? ¿Podrá ser así?
– Un Adviento atento a la escucha de la Palabra.
María es de las que escuchan la palabra de Dios y la cumple:
Así vemos en el evangelio de Lucas, cuando una mujer de entre el público, le echa un piropo a Jesús diciéndole: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!”. Jesús proclama: ¡Dichosos, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen! (Lc 11,27-28). Esta afirmación que, en un principio, parece que es despectiva hacía María, podemos afirmar que es un piropo de Jesús hacia su Madre, ya que es la persona humana que mejor ha escuchado la palabra de Dios y la ha cumplido en su vida.
– Un Adviento en espíritu y verdad. María vivió el adviento en Espíritu y en verdad, con coherencia, dejándose descolocar en sus planes y proyectos. No con florituras, sino dejándose convertir, dando un giro a sus planes y proyectos.
– Un Adviento sencillo. Jesús se encarnó en María, nació en un pobre portal, y se encarnó en la sencillez. No se encarnó en una reina o princesa, sino en una humilde joven de un pequeño pueblo de Nazaret.
– Un Adviento vivo. María nos trajo la vida frente a la muerte. La esperanza frente a la desesperanza. María puso alegría donde había tristeza; esfuerzo donde había cansancio…
– Un Adviento solidario. María se fijó en quien la necesitaba, su prima Santa Isabel, sus preferidos fueron los más pobres y necesitados. Nuestro adviento ha de ser compasivo y cercano a los que sufren, a los que nos necesitan, al menos espiritualmente… María descubrió la presencia de Dios, en medio de sus hermanos, los hombres y mujeres de su tiempo.
– Un Adviento cristiano. María concibió en su seno a Cristo, esperó a Cristo, nos trajo a Cristo. Yo tengo que esperar a Cristo, llevar a Cristo, descubrir a Cristo allí donde esté. Nuestra salvación está en Cristo, no hay otro nombre que pueda salvarnos.
– Un Adviento con los ojos abiertos. María tuvo los ojos y el corazón bien abiertos para “escuchar” la voz del Ángel Gabriel que le anunció que iba a ser la Madre de Dios. Yo, ¿a quién escucho?
Hoy me pregunto: ¿vivo el adviento como María?:
- ¿Escucho la palabra de Dios? ¿Hago oración diaria?
- ¿Me dejo descolocar de mis comodidades?
- ¿Vivo con sencillez mi vida?
- ¿Llevo vida, alegría, ilusión y esperanza allí donde voy o estoy?
- ¿Vivo la solidaridad, como María, con los que me necesitan?
- ¿Tengo los ojos abiertos para descubrir a Jesús en nuestro mundo?
De la PALABRA de hoy recuerda:
- Una idea: Velad, porque no sabemos el día ni la hora que puede venir el Señor.
- Una imagen: Como un portero de futbol que no sabe por dónde le puede venir el balón.
- Un afecto: El deseo de encontrarnos con el Señor.