
16-04-2023. Domingo 2º de Pascua – Ciclo A (Juan 20, 19 – 31)
Comentario:
Ideal de comunidad. Domingo de Divina Misericordia
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
O. Contexto:
Hoy, domingo “in albis”, era el día en el que se despojaban de las vestiduras blancas los que habían sido bautizados en la vigilia Pascual.
Hoy concluye la octava de Pascua. Los cristianos dedicamos ocho días a las fiestas importantes para digerirlas.
Las lecturas de hoy, -Hechos, 1ª de Pedro y evangelio-, nos presentan una comunidad dinámica, llena de vida, que nos invita a mirarnos en su espejo y a aprender sus claves. Y, sobre todo, el evangelio de hoy nos presenta la realidad del domingo como clave central de la vida de la comunidad cristiana.
1. LOS CREYENTES VIVÍAN TODOS UNIDOS Y LO TENÍAN TODO EN COMÚN. (Primera Lectura)
En esta lectura, San Lucas nos ofrece un sumario o resumen del ideal de la vida de la Iglesia primitiva. Se trata de una descripción idealizada de la comunidad de Jerusalén que Lucas propone como modelo para toda comunidad.
Este resumen está estructurado en torno a cinco elementos fundamentales de la vida de toda comunidad: 1. la enseñanza de los apóstoles (la didajé); 2. la vida en común (la koinonía); 3. la fracción del pan (Eucaristía); 4. la oración; 5. Y el servicio (la Diaconía).
2. EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, A LOS OCHO DÍAS DE LA SEMANA, O SEA, SIEMPRE EN DOMINGO.
El primer día de la semana, y de nuevo el día octavo, o sea, siempre en domingo, la comunidad apostólica experimentó la presencia de su Señor, primero sin Tomás y luego con él. Les dijo: “Paz a vosotros” y «se llenaron de alegría«. El Señor les dio su Espíritu, los envió, como el Padre lo había enviado a Él, les dio el encargo de la reconciliación: «a quienes perdonéis los pecados…«.
Nuestra reunión eucarística dominical es algo más que cumplir un precepto o satisfacer unos deseos espirituales. Vale la pena presentar los valores del domingo cristiano en unos tiempos en los que está peligrando no solo su sentido más profundo sino su misma existencia. Y más, después de este tiempo de pandemia en que nos hemos acostumbrado a ver la Eucaristía en la TV y no reunirnos como comunidad a celebrar la eucaristía en la parroquia donde nos damos calor y ánimo mutuamente.
Primero remarca que el domingo proviene del Señor. El primer domingo de Pascua es el día de la manifestación del Resucitado: primero a las mujeres, después a los discípulos. La primera preocupación del Señor es reunir a sus discípulos después del escándalo de la cruz. El segundo domingo, el primer día de la semana, hoy, el Resucitado vuelve a reunirlos para confirmarlos en la fe.
Así el Señor nos indicó que su día era el domingo porque este era el día en el que Jesús quería encontrarse con los discípulos. Juan, el discípulo desterrado en Patmos, se encontró precisamente en el día del Señor con aquel que había muerto y ahora vive eternamente, el primero y el último, el que tiene las llaves de la muerte y del Reino porque ha vencido a la muerte. El evangelio de Juan nos hace conscientes de la importancia y el sentido de la celebración del domingo, el día del Señor. En este día celebramos nuestro encuentro con los hermanos: es aquí cuando, por la fe y por la Eucaristía, nos encontramos con el Señor.
3. “LA PAZ ESTÉ CON VOSOTROS”.
El saludo de Jesús resucitado a sus discípulos es: “Paz a vosotros”, y lo repite dos veces. Para Jesús no solo es saludo, sino también presencia, mensaje y fruto que lleva a la alegría. La paz es un síntoma indiscutible de la presencia de Jesús en medio de la comunidad, y también de los cristianos. Por eso una de las formulas o saludo del sacerdote al comienzo de la eucaristía es la “Paz esté con vosotros”.
Este es el saludo, el testimonio y el fruto que debe producir nuestra presencia allá donde vayamos. Hoy, también nosotros debemos preguntarnos si la presencia de Jesús en nuestras casas por medio de la televisión, internet, redes sociales nos trae la paz y nos ayuda a mantener la ilusión y esperanza de sentirnos en las manos de Dios que acompaña nuestra historia o debemos hacer el esfuerzo, siempre que se pueda, de reunirnos presencialmente.
4. “SE LLENARON DE ALEGRÍA AL VER AL SEÑOR”.
Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor Resucitado que traspasó las puertas bien cerradas del cenáculo y las puertas de su corazón no menos cerradas por miedo a los judíos y a que les pudiera pasar lo mismo que al Maestro.
Hoy podemos preguntarnos cómo vivimos en el cenáculo de nuestras parroquias y comunidades la presencia de Jesús resucitado que atraviesa las puertas de nuestros miedos, dudas, incertidumbres de nuestro corazón y se hace presente por medio de su PALABRA de muchos modos y maneras.
5. «DICHOSOS LOS QUE CREAN SIN HABER VISTO».
Es la bienaventuranza del Resucitado, la que mira a las generaciones que vendrán después de los testimonios oculares de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Esta bienaventuranza se refiere a nosotros directamente. Creer, nos dice el evangelio de hoy, es renunciar a ver con los ojos de la carne, a tocar con las manos, a meter el dedo en las heridas del Crucificado para identificar al Resucitado; creer es buscar y encontrar al Señor, nuestro Dios, en la asamblea de los que creen que Jesús es el Mesías, de los que encuentran en los sacramentos la vida que ha brotado de la cruz. No hemos conocido a Jesús según la carne, no buscamos visiones o hechos extraordinarios en los que apoyar nuestra fe. La felicidad que nos salva ahora es la presencia vivificante del Señor que nos reúne por el Espíritu en la Iglesia, donde no cesa de predicarnos el Evangelio y de partir para nosotros el pan.
6. «RECIBID EL ESPÍRITU SANTO».
Antes de la resurrección, no había venido el Espíritu Santo (Jn 7, 39). La tarde del primer domingo de Pascua, Jesús resucitado dio el Espíritu Santo a los apóstoles, exhalando su aliento sobre ellos. El Espíritu es el aliento de la nueva creación. El Espíritu es la fuerza que reciben los apóstoles que los hace hombres nuevos, luchadores contra el mal, liberadores del pecado, para ir formando dentro del mundo la nueva creación.
El Espíritu es el primer fruto de la Pascua del Señor y el que da la plenitud. Fijémonos en cómo Juan sitúa en la tarde de Pascua el primer encuentro de los discípulos con el Resucitado, la donación del Espíritu Santo, lo que Lucas ve realizado cincuenta días después. Anticipemos que en Pentecostés también leemos la primera parte del evangelio de hoy. Lo que hay que recordar es que el gran don del Resucitado es el Espíritu.
7. LA MISIÓN PASCUAL
En la Historia de la Salvación, quien recibe un don es porque se le confía una misión. No puede haber un don en vano. La donación del Espíritu, por parte del Resucitado, incluye la misión, como sucede también al final de los tres evangelios: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo«. Los discípulos son enviados a continuar la misión del Hijo de Dios, muerto y resucitado, misión que este recibió del Padre. El Espíritu hará efectiva esta misión para destruir el reino del pecado y de la muerte, desvaneciendo el pecado, haciendo una creación nueva en la que resida eternamente la «paz», que es el don mesiánico por excelencia y que el Resucitado comunica también hoy a sus discípulos. Esa paz personal y, sobre todo, social tan necesaria en nuestro mundo con la invasión de Ucrania por parte de Rusia y con los 30 puntos aproximados de la tierra que están en guerra.
Se lo pedimos también a María, Reina de la Paz. Ruega por nosotros.
Hoy me pregunto:
- ¿Cómo celebro vivo el domingo? ¿Procuro celebrar la eucaristía en comunidad?
- ¿Siento que el Espíritu Santo habita en mí y dinamiza mi vida?
- ¿Qué llevo allí donde voy: paz, alegría, ilusión esperanza, o todo lo contrario?
- ¿Cuál es mi estado de ánimo habitual como cristiano: la alegría o la tristeza y el pesimismo?
- ¿Doy gracias a Dios por el don de la fe? ¿Lo mismo que JESÚS fue enviado por el Padre, así me siento yo enviado por Jesús?