
02-04-2023. Domingo de Ramos – Ciclo A (Mateo 27, 11 – 54)
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
Este día que nos sirve de pórtico a la Semana Santa, Semana Mayor, Semana del amor, una semana dedicada a hacer memoria de los últimos días de la vida de Jesús y que nos sirve también para adentrarnos en la experiencia de la Resurrección.
El misterio que contemplamos al comienzo de la celebración es la entrada, triunfal y triunfante, de Jesús en la ciudad sagrada de Jerusalén. Toda la ciudad recibe a Jesús montado en el burro como un rey, como mesías. Pero este aparente triunfo se va a tornar en desprecio unos días después. Es curioso el empeño de los evangelistas en mostrarnos que el modo de ser mesías de Cristo no es el “esperado”, como si también nos quisieran mostrar que nuestras expectativas de lo que debe ser Dios van a ser siempre desbordadas.
También en la celebración se proclama la lectura completa de la pasión, que nos hace recorrer todos los episodios, tan terribles, a los que se enfrenta Jesús desde que es detenido en el huerto hasta que expira en la cruz, solo acompañado por su madre y otras mujeres. Ante esta realidad tan rica en detalles y a la vez tan dura, podemos intentar adentrarnos de una manera contemplativa. Quizá estos días podemos detenernos en algunos de los diferentes episodios que componen la pasión de Jesús: desde la última cena con el lavatorio hasta la muerte en la cruz, pasando por la humillación de los latigazos, la soledad al verse abandonado por sus discípulos o el terrible camino a la cruz.
Muchas de nuestras ciudades se llenan estos días de procesiones u otras tradiciones y cofrades, que buscan ayudarnos y acercarnos a los diferentes misterios que celebramos. Estas expresiones pueden ayudar a nuestra imaginación para poder atisbar cómo sería la escena, las personas que intervienen además de Cristo, los olores… Una vez que hemos podido hacer este ejercicio imaginativo de las distintas escenas de la pasión os invito a contemplarlas siguiendo los tres pasos inspirados en los ejercicios espirituales:
Primero: miro a Jesús. Me intento colocar en la escena y sentir como Jesús. Si contemplo la oración del huerto, intento sentir su soledad cuando los discípulos se quedan dormidos. Siempre me impresiona que, aunque Jesús se resiste a la pasión, al final acepta lo que le viene. Él es tan humano como nosotros, pero al mismo tiempo cumple su misión hasta las últimas consecuencias. Jesús es el centro de la contemplación. Todo el tiempo que pasemos contemplándolo es poco, y esa contemplación nos va transformando.
Segundo: miro al mundo. Jesús lleva consigo toda la humanidad. Si rezo sobre cómo Jesús fue torturado por los soldados, vienen a mi oración personas que hoy son torturadas: niños que son obligados a trabajar y maltratados, emigrantes marginados por ser extranjeros, gente que es discriminada por su raza, su orientación sexual o sus creencias. Si contemplamos a Jesús siendo traicionado, nos llevará a tantas personas que se ven abandonadas a su suerte. Hay un camino de ida y vuelta entre la realidad que sufre Jesús y la que, lamentablemente, sigue sufriendo nuestra humanidad.
Al final, me miro a mí mismo, dejando que la contemplación ilumine mi propia vida y la de quienes me rodean. Quizá en mi vida hay también cruces. Puedo traer esas cruces a mi oración y ofrecérselas a Jesús. Tal vez me toca acompañar a quien sufre, como el cireneo. O puede ser que me sienta como los apóstoles que huyen por miedo cuando la situación se complica.
Este modo de orar nos puede ayudar a disponernos a la Semana Santa. Cuando rezamos, debemos recordar que cruz y resurrección van juntas. La muerte de Jesús no se puede separar de la resurrección, son dos caras de la misma moneda.
Hoy me pregunto:
- ¿Con qué personaje de la pasión me identifico más?
- ¿En qué circunstancias encarno los distintos personajes?: Judas que lo vende por 30 monedas; Pedro con sus negaciones; Pilato que se lava las manos; Herodes que se ríe de Él; el pueblo que se deja manipular y le grita: “crucifícale”; las mujeres acompañando en silencio; la Verónica que enjuga el rostro dolorido de Jesús; los discípulos que huyen; el Cirineo que le ayuda a llevar la cruz; María y Juan que permanecen fieles al pie de la Cruz; la Magdalena siguiéndolo de cerca; José de Arimatea y Nicodemo que le buscan un sepulcro; el centurión que le confiesa “realmente este hombre era Hijo de Dios”.
Jesús sigue cargando con las cruces actuales de tantos crucificados y sigue necesitando Magdalenas, Pedros, Juanes, Cirineos, Marías… que le acompañen al pie de la Cruz. Hoy sigue habiendo muchas personas, cirineos que, en silencio, siguen ayudando a Jesús a llevar su cruz calladamente, como las santas mujeres que le acompañaron y estuvieron al pie de la cruz. Algunos de ellos han llegado incluso a dar la vida.
Que en esta semana santa podamos MORIR Y RESUCITAR CON JESUCRISTO.