
26-02-2023. Domingo 1º del Cuaresma – Ciclo A (Mateo 4, 1 – 11)
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
Hoy celebramos el 1º domingo de Cuaresma.
La fiesta más importante que celebramos los cristianos es el Misterio Pascual. La pasión, muerte y resurrección de Jesús, por nuestros pecados y para nuestra salvación.
El tiempo de cuaresma, los 40 días previos a la Pascua, es tiempo para prepararnos, es tiempo favorable, es tiempo de GRACIA. Es tiempo de ser guiados y conducidos por el Espíritu Santo y tentados por el diablo, como Jesús en el desierto. Es tiempo, en definitiva, de poner a punto nuestra amistad con Jesús, nuestra relación con Jesús.
Es un tiempo de conversión, desde el conocimiento de nuestra realidad, de nuestro pecado, no desde nuestra voluntad. Para ello necesitamos la GRACIA de Dios, la luz de Dios, para reconocer nuestro pecado, nuestra realidad, desde su luz; desde nuestra trayectoria guiada y movida por él.
La conversión tiene que ser, entonces, desde el AGRADECIMIENTO. Desde la experiencia del amor de Dios, su amistad y su fidelidad.
El primer domingo de cuaresma es para ver cómo Jesús luchó contra las tentaciones y cómo luchamos nosotros contra ellas.
El desierto es un lugar teológico y pedagógico de reencuentro, seducción y enamoramiento; un lugar de amor y escucha. Pero, a la vez, también un lugar de provocación, sufrimiento y prueba; un lugar de dolor y tentación, que ayuda a encontrarse consigo mismo y con Dios. El desierto es, sin lugar a dudas, un lugar teológico de silencio, de separación de nuestra realidad para poder observarla con más objetividad. ¿Conocéis el cuento de la abeja que no encuentra la salida de la habitación porque chocaba con el cristal de la media ventana cerrada? Hasta que tomó distancia, no fue capaz de encontrar la media ventana abierta para poder salir.
El profeta Oseas dice, refiriéndose a su esposa, “Pero yo voy a seducirla: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón, […] y ella me responderá allí como en los días de su juventud” (Os 2,16-17).
Los Jesuitas después de 480 años de historia hemos mantenido los recursos pedagógicos del silencio y el salir de la propia casa, siempre que se pueda, para hacer la experiencia de los Ejercicios Espirituales.
Lo mismo que hacemos “revisión” de nuestro cuerpo cada cierto tiempo (las empresas hacen una revisión médica de sus trabajadores una vez al año), los cristianos hacemos una “revisión” de nuestro espíritu en Adviento y Cuaresma. Hoy es mejor la medicina preventiva que la curativa.
Las tentaciones, enmarcadas en el espacio –desierto- y en el tiempo -40 días- (Cf. Dt 8,2), se articulan entre dos cuadros:
1. * Presentan a Jesús sujeto a un doble influjo: del diablo y de los ángeles que le servían.
2. * Al final, después de las tentaciones, el diablo se marcha hasta otra ocasión. Jesús fue tentado hasta el final de su vida. En la cruz: “Si eres Hijo de Dios bájate y creeremos en ti” (Mt 27,40; Mc 15,32).
Entre estos dos cuadros o escenas, el evangelista Mateo nos presenta las tentaciones de Jesús, que adquieren una dimensión didáctica para el lector a través de tres enseñanzas:
1ª tentación: PODER frente al servir.
“Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt 4,3).
Es la tentación que, con frecuencia, sentimos todos los hombres: pensar que, por ser Hijos de Dios, cristianos practicantes, ir a misa, rezar, etc, estamos exentos de todo costo humano, de todo sufrimiento o del esfuerzo que supone vivir. Recordemos el cuento de Tony de Mello titulado “El Zorro mutilado”:
“Un hombre que pasaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca.
El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. Él comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito».
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedió nada y el pobre hombre ya estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: «Oh, tú que te hayas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad, sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado”. “El Canto del Pájaro”
¿Cuántas veces le decimos a Dios, cuando vemos a alguien que lo está pasando mal, por qué no haces nada? Dios guarda silencio y al rato nos responde:
- Sí he hecho algo. Te he hecho a ti.
Hoy Dios nos sigue diciendo lo mismo cuando le echamos en cara tanto sufrimiento: hambre, pobreza, injusticia, enfermedades, etc. ¡Cuántas veces sentimos la tentación de chantajear a Dios, con nuestras oraciones y prácticas religiosas! Le pedimos y a veces le exigimos que nuestra abuela no se muera, que mi hijo apruebe el examen o la oposición, que mi marido encuentre trabajo, que mis hijos aprueben todo; en vez de pedir a Dios que nos ayude a descubrirle en nuestro camino en las duras y en las maduras, que nos cure nuestra catarata para descubrir allí dónde está y dónde nos acompaña…
La misión de Jesús no es la del poder, sino la del servir a los hombres de este mundo.
2ª tentación: PRESTIGIO del aparentar lo que no se es.
“Si eres HIJO DE DIOS, tírate abajo” (Mt 4,5).
Es la tentación del prestigio. Pensamos que vivir en cristiano es vivir desde la apariencia, desde el espectáculo, desde los fuegos artificiales, haciendo cosas grandes y maravillosas. Ponemos nuestra fe en los medios, instituciones, colegios, ONG, iglesias, etc, y no nos fiamos de Dios, no ponemos nuestra confianza sólo en el Señor.
A menudo olvidamos que nuestra fe no se vive desde la frialdad o la distancia de un ordenador, un despacho o cualquier parafernalia superficial que podamos montar. Nuestra fe en Dios es personal y se vive en la amistad con Él, en el tú a tú, en el trato, en la conversación. Y en esa relación descubrimos que Dios es quien nos salva.
3ª tentación: TENER frente al Ser.
“Todo esto te daré si te postras y me adoras” (Mt 4, 9).
Es la tentación del tener, poseer, del consumir, sin darnos cuenta de que esta carrera cada vez es más larga, y cada vez nos da más resaca. Es igual que si queremos quitar la sed bebiendo refrescos o helados; cada vez tenemos más sed, aunque aparentemente pensemos que nos la va a quitar. Algo parecido nos ocurre con el poseer cosas. Pensamos que así vamos a ser más felices, y en el fondo, nos esclaviza el tener que cuidar de todas ellas. Y no descubrimos que el hombre se realiza en la libertad de las cosas y en el servicio a las personas, comenzando por las más necesitadas.
Las tentaciones de Jesús, -semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado-, están relacionadas con las del antiguo pueblo de Israel y las de nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Son el prototipo de nuestras tentaciones:
QUERER UTILIZAR A DIOS,
QUERER SER COMO ÉL,
QUERER INDEPENDIZARSE DE ÉL
Ojalá que también nosotros nos dejemos conducir y consolar por el Espíritu, ese Espíritu que se manifiesta en cada uno de nosotros, y no seamos tentación para los demás. Amén.
Hoy me pregunto:
- ¿Qué tentaciones predominan en mi vida?
- ¿Cuándo y cómo me siento consolado por el Buen Espíritu?
- “El fruto prohibido siempre es más apetitoso”, ¿cuáles son mis debilidades y cuáles mis fortalezas?