
27-11-2022. Domingo 1º de Adviento (Mt 24, 37-44)
Comentario:
ESPERANZA Y VIGILANCIA.
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
0. ADVIENTO, COMIENZO DE UN NUEVO AÑO LITÚRGICO.
El año civil comienza el 1 de enero. El año litúrgico, el recuerdo de la historia de Salvación, lo comenzamos con el Adviento. A lo largo del año, vamos leyendo los pasajes bíblicos más significativos del A.T. y del N.T. Está dividido en 3 ciclos: A, B y C. Cada año seguimos fundamentalmente a un evangelista. Este año empezamos el ciclo A y seguiremos al evangelista San Mateo.
El centro del año litúrgico, de la historia de nuestra salvación, es la celebración de la Pascua de Resurrección: pasión muerte y resurrección de Jesucristo. El año litúrgico tiene tiempos especiales, tiempos fuertes, como son: ADVIENTO, NAVIDAD, CUARESMA, SEMANA SANTA Y PASCUA y el resto lo llamamos TIEMPO ORDINARIO.
Hoy comenzamos el tiempo de ADVIENTO, durante cuatro semanas; las dos primeras dedicadas a recordar la segunda venida de Jesucristo al final de los tiempos, en la que se nos invita a mantener la ESPERANZA y a estar VIGILANTES porque no sabemos ni el día ni la hora.
La tercera y cuarta semanas, reflexionamos sobre la primera venida, el nacimiento de Jesús en carne mortal; en todo semejante a nosotros menos en el pecado, para salvarnos a todos.
1. ADVIENTO, TIEMPO DE GRACIA.
Es un tiempo para poner a punto nuestra vida espiritual, nuestra relación con Jesús; para recordar, revivir y desempolvar nuestras esperanzas desechando de nuestra vida la desilusión, la tristeza, el agobio, el sinsentido, la desolación, el desencanto, el abatimiento.
Más que tiempo, es una oportunidad, para chequear nuestras actitudes ante la vida de ESPERANZA o de desánimo, de ILUSION o de APATÍA. Tiempo para revisar nuestro estado anímico y para poner a punto, como los coches, nuestras actitudes cristianas, de ESPERANZA, VIGILANCIA. Como hemos dicho en la oración colecta para preparar con las buenas obras, el nacimiento de Jesús en nuestra vida y en la sociedad, aunque corran tiempos difíciles.
El Adviento, preparación a la Navidad, es la celebración de la esperanza cristiana. Jesucristo, con su vida, muerte y resurrección, ya ha traído la plenitud de la vida a los hombres en Dios y nos emplaza a nuestra fidelidad. Es, pues, una esperanza a la vez gozosa, segura y exigente; arraiga en el amor incondicional de Dios, huye de los optimismos frívolos, lleva al compromiso, y tiende hacia la plenitud escatológica del momento definitivo de Dios.
2. ¿Cuáles son nuestras esperanzas, si esperamos algo?
Hoy es necesaria una mirada a nuestro mundo, a los hombres. Es como es: lleno de luces y de sombras.
Nos encontramos saliendo de una pandemia que todavía sigue dando sus coletazos, con la invasión inesperada de Ucrania por parte de Rusia, que no entendemos ni deseamos y con una inflación desbordante que afecta a nuestra economía. Esta situación mundial produce desencanto. Estamos de vuelta de muchas grandes ilusiones, y tenemos miedo al futuro incierto, y con frecuencia amenazado con una 3ª guerra mundial. Parece como si no hubiera más razones para la esperanza. Esta vivencia responde a la realidad, pero hagamos el esfuerzo de situar la decepción: estamos decepcionados de los hombres. A base de los valores más nobles podemos hacer grandes obras, pero podemos hacer también inhumanidades terribles.
Los que pasan hambre esperan algún día tener que comer; los que están en guerra esperan la Paz, los que están en paro esperan encontrar trabajo; los estudiantes esperan aprobar todo y terminar la carrera; los enfermos esperan curarse; las embarazadas esperan el nacimiento de su criatura.
En estas navidades unos esperan que les toque la lotería, otros pasarlo bien en noche vieja, otros que les dejen salir sus padres en la noche vieja, los niños que los reyes les traigan muchos regalos, etc. ¿Y yo qué espero en estas navidades? ¿Qué esperamos, si es que esperamos algo? Tenemos casi todas las necesidades materiales cubiertas, con frecuencia nos sentimos “satisfechos”, como cuando terminamos de comer. Incluso nos incomoda que nos hablen de otras personas que pasan hambre, sed, que no tienen trabajo, que están enfermas; incluso que nos hablen del más allá, de la otra vida, de Dios, de religión.
Sin embargo, todos en algún momento de nuestra vida sentimos hambre de felicidad, sed de Dios, necesidad de paz, necesitamos respuestas ante la muerte, la enfermedad, el egoísmo, la pereza, la frustración… Es, ante esta situación de “hambre y sed” de Dios, cuando podemos tomar dos opciones:
1. Acudir a Dios y encontrar sentido a nuestra vida desde la vida de Jesús que se hizo hombre para SALVARNOS y darnos ejemplo de vida: esto es vivir con ESPERANZA y SENTIDO; o
2. Huir de Dios y rechazarlo viviendo de espaldas a Él sin esperanza y sin sentido. En la primera lectura y en el Evangelio vemos cómo hubo gente que vivió su vida como Noé, que vivió desde la Esperanza en medio del desierto y alcanzó la salvación.
3. ¿Qué significa ESPERAR?
DIOS, EN JESUCRISTO, ES LA RAÍZ DE LA VERDADERA ESPERANZA HUMANA
El mensaje central es que Dios ama a nuestro mundo y ha enviado a su Hijo Jesús que, con su vida, muerte y resurrección, ha iniciado el mundo nuevo, la vida del hombre en Dios. Así ha realizado las promesas de Dios y las esperanzas humanas, de una manera sorprendente, frecuentemente inesperada, escandalosa.
La fe cristiana habla de Dios. Él es la Plenitud de la Vida que ama al mundo y viene. La venida salvadora de Dios es el gran mensaje de la Navidad, a la que nos preparamos. El monte firme (Is. 1. lectura) es el Señor Jesús encumbrado en su vida, especialmente en su cruz y resurrección. Es así como Dios ha realizado la esperanza de los hombres, expresada tan vivamente por Isaías. Los hombres, incluso con proyectos nobles, somos mezquinos y podemos fallar; pero Dios es fiel en su amor, y posibilita la vida humana en medio de todas las dificultades.
Este mensaje lleva a dos actitudes subrayadas hoy por la liturgia: la esperanza y la vigilancia. Dios en Jesucristo es la raíz de la verdadera esperanza humana. Cuando todo se hunde, Él sigue fiel. La esperanza cristiana es segura; Dios siempre hace posible nuestra vida de amor y de paz. No sabemos qué pasará mañana o con qué mundo se encontrarán nuestros hijos, o cómo encararemos problemas terribles e insolubles: el tercer mundo, los marginados, las guerras, los abortos, las injusticias, las corrupciones. Nosotros creemos que Dios sigue siendo fiel hoy, mañana, y siempre mueve al amor y a la paz. Él es la fuerza del Adviento cristiano en nuestro mundo. Esperar conlleva desear la vida nueva para todos, la venida del Señor; no sólo en el «fin de los tiempos», sino en el «retorno del Señor», la victoria de su Espíritu de amor. Y con la esperanza, el trabajo y el combate (Pablo, 2ª lectura), la llamada a la vigilancia (evangelio). Vigilar, estar en vela, significa escuchar a los demás sin vivir con demasiadas seguridades; mirar a los que sufren sin pasar de largo; trabajar para llevar el diálogo y la paz; también, evidentemente, constatar nuestra mediocridad; arrepentirse y volver a empezar. Es la manera de estar atentos a la presencia viva, amorosa, exigente de Dios en cada momento de nuestra vida.