
30-10-2022. Domingo 31ª Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lc 19, 1-10)
Comentario:
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
1. Zaqueo tiene dificultades:
- Es bajo.
- Hay mucha gente.
Zaqueo, quería ver a Jesús, pero tenía sus dificultades: «la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura«.
Pero, Zaqueo, era un hombre decidido, y encontró la manera de superar estos problemas.
Zaqueo era bajito y pecador. Quería ver a Jesús, pero la gente se lo impedía. Esto también nos pasa a nosotros. Esto también me pasa a mí.
Zaqueo subió a un árbol. Es un hombre dispuesto a superar dificultades.
1.1. Reconocer que somos bajos, no damos la talla. «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él perdonándonos los pecados y para purificarnos de toda iniquidad» (1 Jn 1,8s). La aceptación y reconocimiento del propio pecado es condición esencial para el descubrimiento de Jesús como Salvador. Lo que quiere decir que la incredulidad incluye también el no querer reconocer la propia culpa y la necesidad personal de salvación.
Los hombres necesitamos mucho tiempo para convencernos de nuestro pecado y de nuestra debilidad, para renunciar a la autojustificación y a la autosuficiencia. Como los enfermos, alcohólicos, ludópatas, … hasta que no lo reconocen, no van al médico, para ponerse en manos de un psicólogo o terapeuta, …
«Donde entra mucho el sol, dice Santa Teresa, el alma ve su miseria… toda se ve muy turbia».
Charles Peguy (poeta y escritor francés, 1914) meditaba una vez por qué la gracia divina obtiene triunfos inesperados en el alma del pecador más grande, mientras que con mucha frecuencia permanece inactiva en las gentes más honradas. La razón está precisamente en que las gentes más honradas, o en definitiva a las que así se denomina y que gustosamente se designan como tales, creen que no tienen puntos débiles en su armadura, que son invulnerables. Su piel moral constantemente sana les procura un pellejo impenetrable y una coraza sin fallos. «Por eso no hay nada tan contrario a lo que se denomina religión, como lo que se suele llamar moral. La moral reviste al hombre de una coraza protectora contra la gracia».
Lutero llega a afirmar que «Cristo no habita sino en los pecadores«, que reconocen su pecado, y no en los que se creen justos. Cuando reconoces tu pecado, entonces te encuentras en la situación adecuada para que opere la salvación. Así el progreso se realiza «a la contra» de lo que espera el hombre, no cuando desaparecen nuestros defectos, sino cuando comprendemos mejor la gravedad de estos.
No hay que entender el pecado legalísticamente, sino como una incapacidad, infelicidad, como fallo en el amor.
Por ello, cada vez que nos reunimos para celebrar el memorial de Jesucristo, empezamos reconociéndonos todos, todos, pecadores. No pedimos «por los pecadores» sino «por nosotros pecadores«. Sin este primer paso, sin este inicial reconocimiento de nuestro pecado, no hay posibilidad de seguir adelante.
1.2. La gente impide ver, descubrir, a Jesús.
La multitud de personas, cosas y circunstancias, trabajos, prisas, ocupaciones y preocupaciones, la TV, móviles, exceso de trabajo, etc. nos impiden ver a Jesús.
2. Zaqueo intenta ver a Jesús, tiene inquietud. Se sube a la higuera. ¿Y yo?
Zaqueo pone los medios, se sube a la higuera, no se deja vencer por las dificultades…
Antes de empezar a subir, Zaqueo tuvo que quitarse la chaqueta. Es decir: se despojó de su propia dignidad. Desafía el ridículo con tal de ver a Jesús. Lo mismo que un hombre que tiene que transportar un armario, se quita la chaqueta, y la deja en la percha; así Zaqueo, el director de aduanas, se quita la chaqueta de su propia respetabilidad. Se «desviste» de su propia dignidad, compostura, seriedad, prestigio, orgullo, soberbia. Se libra de todas las trabas sociales. No le importa: “el qué dirán”. A Zaqueo le importan poco todos los comentarios hirientes de la multitud. Desafía a las burlas, a las risas, con tal de ver quién era Jesús. El que quiera ver a Jesús, tiene que llevar a cabo una acción de ruptura con la gente.
Nosotros, como Zaqueo, hemos venido aquí también para ver a Jesús. Mejor dicho, estamos aquí, no tanto para ver a Jesús, cuanto para que Jesús nos mire.
3. JESÚS TOMA LA INICIATIVA, se autoinvita.
Él pasa siempre a nuestro lado. Y pasó Jesús, pero Jesús no quería sólo pasar, sino que quería quedarse con Zaqueo. Jesús levantó los ojos para ver al pequeño Zaqueo. Lo miró con simpatía y cariño, y llamó a la puerta de su corazón. «Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Este paso, mirada y llamada de Jesús, son el principio de la salvación. Difícil escaparse a la mirada y a la llamada de Jesús. Él pasa siempre a nuestro lado. Se metió en su casa y en su vida.
4. Respuesta de Zaqueo: la conversión.
Ahora viene el otro impedimento, el más importante. Zaqueo era «un hombre pecador». Todos lo sabían. Y su pecado se llamaba injusticia. Se había hecho rico a costa de los pobres. Por eso todos lo miraban mal. Ninguna persona justa se atrevía a entrar en su casa. Pero Jesús sí se atrevió a entrar. Ha venido precisamente para eso, para buscar y salvar a los pecadores. Lo busca; estén en el árbol o en el pozo o en la piscina o en la cruz; o en el puesto de trabajo o en la plaza pública o en la taberna o en el hospital o en la cárcel o en la chabola. No le asustan nuestros pecados, sólo le importa nuestra salvación. Él nos busca donde estemos.
4.1. Inmediatamente se apresuró, y lo recibió con alegría.
Con alegría, Zaqueo, hizo sus donaciones «puesto en pie«, y en un clima de fiesta y gozo incontenible. No es nada heroico dejar un poco de «basura», cuando se ha encontrado el verdadero tesoro. Para el que ha conocido a Cristo, todo lo demás le resulta una perdida. (Fil 3,7)
4.2. A largo plazo: cambió su vida por Jesús.
Ahora Zaqueo es un hombre nuevo que ha decidido cambiar radicalmente el rumbo de su vida y todos sus esquemas: su modo de pensar, su sistema de valores, su relación con la gente… Ha descubierto que puede «elevar» su estatura. Ha cogido la mano que Jesús le ha tendido, y quiere caminar por su mismo camino. Hasta ahora sólo sabía usar y abusar del prójimo; ahora está decidido a compartir su vida y sus bienes con los pobres. Ha aprendido a decir «nosotros». Comprende que tiene que darle la vuelta a todo; comprende que el «tener» le impide «ser».
Lo malo para entrar en el Reino de Dios no es sólo la riqueza, sino especialmente, la «buena conciencia que se cree agente de salvación».
El gozo de la conversión. La conversión es la respuesta a la Buena Noticia, guiados, animados por la fe. Es, por lo tanto, o debería ser, en cualquier caso, una respuesta gozosa. Zaqueo hace lo que debe y responde gozosamente al evangelio.
Su decisión se enmarca seguramente en una comida de fiesta, a la que se ha invitado Jesús. Podemos afirmar que aquello fue como una eucaristía, y que toda eucaristía es un banquete en el que Jesús, el Señor, se sienta a comer con los pecadores. En efecto, la eucaristía es una fiesta de reconciliación.
Si la fracción del pan es el símbolo del amor y de la convivencia fraterna, el vino es el símbolo de la fiesta que celebra dicha convivencia. Si el pan es la vida compartida, el vino es la abundancia de la vida que Jesús ha venido a traer a la tierra. Amén.
Hoy me pregunto:
1. ¿Cuáles son mis dificultades en este momento para encontrarme con Dios? ¿Tomo conciencia de los problemas poniéndoles nombre?
2. ¿Cuáles son mis dificultades para encontrarme con Jesús? ¿Qué personas, cosas, circunstancias, afecciones desordenadas, me lo impiden?
3. ¿Cuáles son mis inquietudes? ¿Me quito la chaqueta que me impide despojarme de mis cosas para subirme al árbol de la vida?
- ¿Dónde y de qué manera se me hace presente Jesús?
- Zaqueo respondió con prontitud y con alegría y ¿yo?
- ¿Cuáles son los frutos de mi encuentro con Jesús?
Os dejo esta sugerente oración de J.Leoz
Jesús, Zaqueo quería distinguirte, verte,
pero la gente se lo impedía.
¿Sabes, Jesús?,
eso mismo me pasa a mi muchas veces:
la gente me impide verte.
No sé verte, conocerte, entre la multitud
de los que me ofrecen otras cosas…
Entre tanto jaleo en el que vivo metido, no hay medio de verte…
Jesús, me cuesta mucho… me tapan, no te veo…
Claro, Jesús, me tendría que subir,
marchar corriendo como Zaqueo,
escapar de todas esas cosas de ahí abajo que me impiden verte.
Abajo, a ras de tierra, no se ve nada.
Jesús, quiero subir, para poder verte.
Subir al árbol de la oración diaria donde se te ve,
subir al árbol de tu Palabra, donde se te oye,
subir al árbol de tus Sacramentos,
donde se te percibe y regalas el banquete de tu gracia,
subir al árbol del silencio donde se te siente…
Entre esta multitud de cosas
que no me dejan pasar, no te veo, no te distingo…
Tengo que subir, subir…y también bajar para poder verte. Amén.