
17-07-22. Domingo 16 Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 10, 38-42)
Comentario: la acogida, el servicio y la escucha.
Queridos hermanos y amigos en el Señor:
El domingo pasado, las lecturas nos hablaban del mandamiento principal que está escrito en nuestro corazón y en nuestra boca. “Cúmplelo” nos decía el Deuteronomio y el evangelio que nos hablaba del Amor a Dios y al prójimo, concretado con el ejemplo del Samaritano. Como vemos Jesús es un rompedor con la ley y la tradición judía. Nos pone de ejemplo de amor al prójimo, a un extranjero –samaritano- en vez de a un judío, cumplidor de la ley.
Las lecturas de hoy nos hablan de la “acogida, el servicio y la escucha” a Dios y a los hermanos, y como esas actitudes dan frutos abundantes.
- Abrahán invita.
“El Señor se apareció a Abrahán junto a la encima de Mambré, …. Señor: si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo”
Entre las muchas manifestaciones de Dios a Abrahán, tenemos que decir que la más importante de todas es ésta, en la que le promete ser padre de Isaac, cumpliendo así la promesa de ser padre de un pueblo numeroso, aunque todavía, no le evitará pasar por la prueba del monte Moría.
Estando sentado a la puerta de la tienda, porque hacía mucho calor, … se le apareció el Señor en forma de tres hombres… y Abrahán los recibió en su casa, dándoles de comer, haciendo un pan, matando el mejor ternero y ofreciéndoles cuajada y leche.
Abrahán pone aquí en práctica la gran virtud de los peregrinos del desierto, la hospitalidad.
Dios, como agradecimiento a su hospitalidad y acogida, le prometió que Sara, a pesar de su vejez, tendría descendencia: a Isaac, el hijo de la sonrisa.
Mientras que Abrahán acoge a los tres hombres, que manifiestan la presencia de Dios, Sara se ríe y desconfía de la promesa. Dios es fiel y cumple su promesa con el nacimiento de Isaac.
2. Jesús, se autoinvita.
Es precisamente en casa de dos mujeres, Marta y María, donde Jesús, se autoinvita a comer en su casa.
Marta es la anfitriona que le invita a comer, la que ejerce la hospitalidad hacia Jesús. El propio nombre de Marta proviene del arameo mar (=señor, dueño). Nos encontramos con una mujer que está ejerciendo las prerrogativas y funciones de un varón. Por otro lado, al recibir a un hombre en su casa, rompe las convenciones que se esperarían en una mujer de su entorno.
Pero también la figura de María es rompedora. Su descripción a los pies del Señor, escuchando su palabra, está dibujando la imagen de una discípula. Una mujer discípula no cuadra demasiado en el mundo judío, ni siquiera existe esa palabra en femenino. Si recordamos la película “Jentel”, vemos como una mujer judía se hace pasar por hombre para poder estudiar la ley judía. Las mujeres lo tenían prohibido, no podían conocer la ley, ni estudiarla, ni podía testificar con su palabra en ningún juicio, ni se podía hablar con su propia mujer en público, etc.
Una lectura superficial, puede parecer que Jesús está en medio de dos actitudes antitéticas: la activa frente a la contemplativa. Es difícil pensar que Jesús rechace el comportamiento hospitalario de Marta después del texto del domingo anterior, donde nos pone al samaritano como ejemplo de amor al prójimo.
En una lectura más profunda, lo que Jesús nos quiere decir, es que, no está reñida la hospitalidad, la acogida o el servicio con la escucha de la Palabra de Dios. Que es cuestión de priorizar. Que el servicio no puede absorber toda nuestra vida, que la fuente del servicio o diaconía está en la “escucha de su palabra”. No son actitudes excluyentes, sino que es cuestión de priorizar.
La vida es una autoinvitación de Dios. Lo que ocurre es que nos vamos enterando poco a poco. Cuando nos enteramos podemos reaccionar recibiéndole apresuradamente y con alegría como Zaqueo (Lc 10,5) o empeñados en que no se valla como los de Emaús (Lc 24,29). Cuando Jesús se autoinvita, como en Betania, se nos pueden ocurrir millones de formas de “acogerlo”: tirar la casa por la ventana, para obsequiarle como Marta, o dedicarnos a él como María. Las dos son maneras de “recibir”. Jesús no le reprocha su estilo a Marta, sino el que lo reciba “nerviosa”; como quien quiere quedar bien atendiéndole, que no falte detalle. ¡Incluso que sobren detalles!
El problema no es discutir cuál es la mejor forma de acogida. Lo importante es saber acoger a Dios cada día que pasa, en forma de los tres hombres como le pasó a Abrahán, o en forma de vecino, de hombre o mujer necesitada, enfermo, solo…. ¡Que no nos pase! como en el cuento del zapatero que cerró la tienda porque iba a venir Jesús a visitarlo y después de estar todo el día esperándolo no lo reconoció en las tres visitas que tuvo cuando vino el vecino a pedirle leche para su hijo; el mendigo, un bocadillo y un borracho que pedía para vino. O como a María Magdalena que confundió a, Jesús resucitado, con el hortelano (Jn 20,11).
Lo que, si puedo constatar en mi poca experiencia de estancia en el tercer mundo, es que, los pobres, son más acogedores y hospitalarios que, los ricos, en el primer mundo. Lo poco que tienen, aunque sólo sea un matecito, agua caliente con alguna yerba, te lo ofrecen. En el primer mundo tenemos de todo, pero ¡cuánto nos cuesta! abrir las puertas de nuestra casa a los demás. Ni mi casa donde vivo, ni mi casa donde habitan mis sentimientos, vivencias y experiencias que marcan mi vida donde está mi mayor riqueza.
Hoy me pregunto:
- Cómo acojo al que llama a mi puerta. Con amabilidad o con desprecio.
- Acojo lo que el otro me ofrece: ¿vida, ilusiones, esperanzas, ganas de vivir, tristezas, angustias, problemas? ¿Escucho sus problemas e ilusiones o desconecto?
- ¿Cómo atiendo al que me habla? ¿Oigo o escucho?
- ¿Le acojo por lo que es o por lo que tiene?
- ¿Cómo es mi escucha de la Palabra de Dios?
- ¿Qué priorizo en mi vida: el servicio o la escucha de la Palabra de Dios?
- ¿Confío en la Palabra de Dios como Abrahán o desconfío como Sara?
- Una idea: Jesús se hace presente en nuestras vidas.
- Una imagen: Jesús visita a sus amigos de Betania: Marta, María y Lázaro.
- Un afecto: La alegría de la acogida y el servicio.