Domingo 4º de Pascua – Ciclo C (Juan 10, 27-30)

Comentario: El Señor es mi pastor.

Queridos hermanos y amigos en el Señor:

Hoy celebramos el domingo del Buen Pastor.

En el libro de los Hechos vemos cómo los comienzos de la predicación, fuera de las fronteras de Israel, fue por rechazo de los judíos, el pueblo escogido. Al ser rechazados por los judíos, Pablo y Bernabé, se fueron al mundo pagano, y fue en Antioquia de Pisidia donde comenzaron a llamar a los discípulos de Jesús, cristianos.

Hoy nos podemos preguntar: ¿Cómo es nuestra acogida de las instrucciones, normas y consejos de los pastores de la Iglesia? ¿Cómo es nuestra acogida de las encíclicas del Papa, de las cartas de nuestros obispos u obispo? ¿Cómo es la acogida de las orientaciones de nuestros pastores, sacerdotes, ….?

            La segunda lectura del Apocalipsis, está enmarcada en un contexto en el que los cristianos sufren violentas persecuciones. Muchos lavaron sus vestidos en su propia sangre y en la sangre del Cordero, y recibieron palmas de triunfo, la palma del martirio.

            El evangelio de hoy nos da la oportunidad de celebrar la fe en aquel que lo da todo por nosotros. El texto de hoy tenemos que situarle después de la parábola del buen pastor. Es la reflexión que sigue a la parábola, en la que los judíos recalcitrantes quieren saber si realmente Jesús es el Hijo de Dios. Y Jesús les echa en cara que no crean en él, ni en las obras que hace por el Padre, porque no son de su redil. “No hay mejor sordo que el que no quiere oír”.

            Como podemos ver entre la primera lectura de los Hechos y el Evangelio hay un denominador común: el desprecio, indiferencia o pasotismo frente a Jesús y su mensaje, por parte de los judíos; y por otra parte la actitud de acogida, seguimiento y salvación, de sus ovejas y de los paganos que escuchan y conocen la voz de Jesús.

En ambas lecturas destaca la actitud de Jesús, Pablo y Bernabé de conocer a sus ovejas, y dar su vida por ellas.

1. El Señor es mi pastor.

A través de esta imagen amable, poética, del pastor y las ovejas, el evangelio de hoy nos lleva a la contemplación de una realidad, que desborda lo que la comparación daría de sí, en términos estrictos. Una realidad reconfortante.

En efecto, la simbología de Jesús, como Buen Pastor, nos transmite confianza: no vamos perdidos, no somos aquellos que él mismo llamaba «ovejas sin pastor«. El Padre ‑que, como hemos recitado en el salmo, «nos hizo y somos suyos«‑ nos ha confiado a su Hijo, y éste nos dice que valemos mucho; que no nos perderemos nunca; que nadie nos arrebatará de sus manos; que nos da vida eterna, aquella vida que nos introduce en su intimidad y con el Padre, que son uno. Amigos, dejémonos penetrar por estas palabras del Señor resucitado: nos reconcilian con nosotros mismos. Quizás no siempre nos creemos suficientemente que estamos en buenas manos, que valemos mucho para Él, a pesar de todo.  Ya que con nuestra debilidad ‑la del rebaño‑ nunca puede llegar a donde llega la fortaleza del Pastor. Estos son sentimientos de esperanza, de paz íntima, de gozo interior. Sentimientos pascuales.

2. Conoce a sus ovejas.

Reconforta escuchar que Jesús conoce a sus ovejas, es decir: nos conoce a nosotros, me conoce a mí… La forma como somos vistos por los demás nos llega muy adentro. A veces nos sentimos incomprendidos, o quizás no sabemos explicarnos. También hay zonas oscuras en nuestro corazón. Es liberador saber que Jesús nos penetra como la luz que disipa con naturalidad la oscuridad. Él nos mira no desde la distancia, sino desde la proximidad de su experiencia humana. Una experiencia de contacto amoroso con ciegos de nacimiento, con leprosos marginados, con la viuda que había perdido a su único hijo… También con hombres corruptos como Zaqueo y con prostitutas como María Magdalena.

Jesús, el único santo, se hizo como nosotros en todo igual menos en el pecado y estuvo al lado de los pecadores, y llegó a las cercanías del pecado, y la tentación. «No cayó, pero vivió la experiencia del camino en el que sólo hacen falta dos pasos, o sólo uno, para caer de verdad» (Von Balthasar). Dicen que no hay enfermedades, sino enfermos. El conocimiento que tiene Jesús de sus ovejas no es genérico. Su salvación nos sale al encuentro allí donde estemos en este momento, y nos toca tal como somos.

Como dice el Salmo 139 “Tú me conoces y me sondeas, cuando me siento y cuando me levanto, … de lejos penetras mis pensamientos«

3. ¿Nosotros, lo sabemos reconocer a Él?

Dice el Señor que sus ovejas escuchan su voz, porque la conocen, y le siguen. Eso nos interpela: ¿de verdad le escuchamos?, ¿le reconocemos y seguimos?, ¿de verdad somos sus ovejas?

La voz de Jesús está viva en las Escrituras que llegan a nosotros en la misma parte de la misa ‑la mesa de la palabra‑ y que tenemos que saber encontrar también en nuestra oración personal. Vivimos en una sociedad que sufre una inflación de palabras. Palabras a menudo banales, desgastada, no sinceras… No nos perdamos la palabra sustancial del Señor, aquella que transmitían por todas partes Pablo y Bernabé, que convertía a la fe: «Los discípulos ‑hemos escuchado en la primera lectura‑ quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo».

La voz de Jesús nos llega también en la voz de los más próximos, de nuestros padres, familiares, amigos, compañeros de trabajo. La voz de Jesús nos llega en la voz de los pobres. Y en la voz de los enfermos, en la voz de los indefensos; también en la voz de los niños. ¿La sabemos percibir en nuestra vida de cada día? ¿La identificamos como palabra del mismo Pastor que nos habla en la celebración eucarística?

¡Ojalá! que el Señor nos de sensibilidad para descubrir SU PALABRA, nos mantenga el oído bien despierto para escucharla y nos de fortaleza para seguirla. AMÉN.

Hoy me pregunto:

  1. ¿Cómo experimento que Jesús es buen pastor para mí? ¿Cómo descubro en mi vida los detalles del buen Pastor que me conduce hacia verdes praderas, fuentes tranquilas y repara mis fuerzas? Y, cuando camino por cañadas oscuras, ¿nada temo porque él va conmigo y me acompaña?
  2. “Mis ovejas escuchan mi voz” ¿Cómo tengo el oído para escuchar su voz: en las escrituras, sacramentos, hermanos, circunstancias, trabajo, historia?
  3. “Yo las conozco” ¿Cómo me hace sentir el pensar que el Señor me mira, conoce y me mima como un padre-madre contempla a sus hijos?
  4. ¿Yo conozco a aquellos que tengo responsabilidad sobre ellos?
  5. “Ellas me siguen Cómo es mi seguimiento: ¿constante, fiel, intermitente, alegre, comercial, …?
    • Una idea: Jesús nos da la vida eterna.
    • Una imagen: Jesús es el buen Pastor.
    • Un afecto: La alegría de sentir que Jesús me conoce y da la vida por mí.
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